La charanga ataca acompasada los metales
se barrunta el derrumbe del muro pedante,
el canto ondulante de los brezales;
se esparce en concierto vibrante.

Distante ese ocaso de soles marciales
presiente a la bella aurora anunciante,
fiel avivadora de los mustios rosales;
oyentes del triste cantar de la góndola errante.

Estas notas juguetonas corren efusivas
entre un torrente de lluvias intempestivas,
ignorando la suelta mirada de Lucrecia...

Y cruzando en sus vaivenes campos desiertos
se detienen atraidas por inefables conciertos,
y de su interior brota "El león de Venecia"...