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El enigma de sus ojos
prosa [ ]

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por [Richard John Benet ]

2005-07-19  |     | 



La ciudad esa mañana tenía una tonalidad grisácea. Fuera por el hollín o las densas nubes que presagiaban una tormenta veraniega. Fuera por el vacío en que se sume en los meses del estío o por el desasosiego de mi alma. Las gentes huían a raudales buscando su descanso. No era mi caso. Yo estaba trabajando aquel bochornoso día de Enero…miraba por la ventana por la que no entraba una maldita brisa.
Con la colilla del enésimo cigarrillo encendí otro. Mis ojos volvieron al cuerpo de mujer gélido y húmedo sobre la cama. Aspiré ansioso el humo ardiente, y luego vacíe mis pulmones lentamente. Toda ella era un enigma digno de develar.
Sus inertes manos reposaban sobre sus pechos. La expresión del rostro denotaba una extraña serenidad. Digo que me causaba extrañeza, pues si uno prestaba atención a su cuello, unas marcas lívidas eran el indicio que alguien había tenido la mala idea de quebrarle la tráquea. Y ella no trasuntaba el más leve gesto de dolor o espanto.
En la sala contigua, un hombre enjuto retorcía sus manos o se golpeaba las rodillas al compás de sus humores. Con pasmosa facilidad pasaba de sus nerviosos movimientos a una depresión estática. Luego de evaluarlo por un rato, decidí acercarme. Le tendí el atado de cigarrillos. Su mirada apagada esbozó algo cercano a la gratitud.
Vestía de forma pulcra y formal. Daba impresión de ser un burócrata más. Sus manos mostraban el cuidado de un hombre que no está acostumbrado a los trabajos rudos. Tal vez un intelectual. En breve ese hombrecillo daría comienzo a un relato que sería la experiencia más desconcertante de mi carrera.
Mi tarea específica eran los interrogatorios policiales. Una función que está reservada al fiscal… pero como yo era un mediador en muchas ocasiones tenía oportunidad de realizar una entrevista previa. Indagar a un sospechoso es una tarea delicada y que requiere alto profesionalismo. Interrogatorio, como yo lo entendía no eran apremios ilegales ni salirse del manual. Interrogatorio era un juego del gato y el ratón, dónde el más hábil lograba su propósito. Había que estar pendiente tanto de lo gestual como del tono de voz. De lo que el sujeto decía… y de lo que en realidad había querido decir.
Algunos sujetos necesitan un trato casi amistoso. En otros la severidad y la intransigencia causaban mejor resultado. Fuera cual fuere el método requería suma paciencia y tenacidad. Un ejemplo que yo siempre ponía, en mis clases como docente, era el del pescador. Hay que saber dar línea. Dejar derivar el sebo, y con algún que otro suave tirón atraer a la víctima. Y luego si… tensar de golpe el cordel y cobrar la pieza.
En mi caso específico dejaba hablar al sujeto. Iba armando de a poco una historia. Luego lo obligaba a volver sobre algún punto de sus dichos. Buscaba las contradicciones, y con preguntas capciosas lo encerraba en su juego. Como por casualidad le marcaba los errores entre sus versiones de los hechos. Luego cierro el cerco con más interrogantes. Esto les crea una tensión emocional que algunos logran manejar… por un tiempo. Por fin, los más, entran en crisis y se quiebran. Sin golpes. Sin violencia.
Para mi desencanto el tipo estaba haciendo una confesión espontánea. Muchos criminales, al darse cuenta de la magnitud de su delito, piden para aliviar su conciencia hablar con alguien. Yo era ese alguien:
-Inspector… se que lo que le voy a contar es… fue… como podría… explicar…
Puse mi mano sobre su hombro, mientras le daba lumbre para su cigarrillo le dije:
-Estoy aquí para escucharlo… ¡No!... mejor… para ayudarlo… cuente…
-Le ruego por favor que no me interrumpa por más insólito que le parezca lo que cuento… luego si quiere…
-¡Por favor!... comience-Puse mi mejor cara de truco… y comencé a escuchar.
-Todo comenzó hará cerca de un año. Nuestro matrimonio… por ser piadosos no atravesaba su mejor momento. Luego de nuestro séptimo aniversario, parecía que toda la rutina se hubiera desplomado sobre nosotros. Tal vez la falta de hijos. Tal vez la mala elección de la pareja. Es inútil buscar culpables, pese a que tratábamos de llenar nuestro vacío existencial con fiestas, reuniones, viajes y otros placeres… algo nos faltaba. Parecía que la pasión se había muerto. Esta arrastró al amor y con su ausencia se perdió el respeto y la tolerancia-Se tomó un breve resuello, mientras movía la cabeza asintiendo- Cada uno comenzó a hacer su vida. Ella tenía reuniones sociales con sus amigas… iba al club… tomaba sus clases de tenis… tenía un entrenador personal. ¡Lucía más bella que otrora! Yo me refugié en mis actividades. Daba mil vueltas para llegar tarde a casa y no tener contacto con ella. Comencé a beber después de horas. Mi secretaria mi brindó un simulacro de amor efímero. Ella… ¡Ella! ¡Por Dios!... no tenía certezas… pero imaginé algo parecido a lo que yo había vivido. Amores furtivos y fugaces. ¡Ardía de odio de solo pensarlo!
Más trataba de olvidarlo… y más me lo imaginaba. Palabras procaces… romances turbios…cuerpos lascivos. ¡Basta!-El hombre se puso mal en serio.
-Ahora ella había comenzado a “ausentarse”… como le puedo explicar… en los pocos momentos que compartíamos ella se desconectaba de la realidad. Estaba pero no estaba. Su mirada vacía se perdía a través de los objetos que parecía mirar. Más allá… lejos… lejos-Tragó saliva, yo estaba luchando con mi gastritis crónica-Primero eran unas pocas veces al mes. Luego unas pocas veces por día. Ese estado de autismo más allá de molestarme era una malsana diversión, disfrutaba viendo cuánto tiempo quedaba en ese estado.
Hasta que un día… un mal día… decidí hacer algo-El tono era lúgubre, por mi parte descubrí el motivo de la acidez, los misterios insondables de una hija adolescentes me estaban preocupando-Ella quedó petrificada en su asiento. Con morbosa curiosidad me hinqué frente a ella. Extendí el dedo índice hasta casi tocar su nariz… lo moví en forma pendular. Nada, ninguna actividad ocular. Al menos… no una actividad normal. Algo infrecuente sucedía en su verde iris. Un movimiento ondulante, como si el sol se reflejara en una superficie líquida. Pensé que estaba llorando… me acerqué más para ver mejor-Me miró en forma intrigante-¿Algunas vio eso que llaman estereografías? Son como imágenes en un plano, que si uno observa algo desenfocado cobran profundidad, como si fueran tridimensionales. Eso me pasó con ella.
-¿Qué fue lo que paso?
-En sus ojos había un mundo tridimensional propio. Con sonido… con vida… con sensaciones-Ahora estaba clara la estrategia del tipo quería aducir trastorno mental; también mi ex-esposa me reclamaba no-se-que-pago-de-no-se-que tarjeta de crédito-Lo que yo confundí con lágrimas era en realidad un… mar. Un mar verde terroso. Un mar bravío, que aullaba con sus amenazantes olas. Los penachos espumosos de sus crestas eran arrojados contra los negros arrecifes. Más allá… una bahía, dónde las aguas aquietaban. La espuma estallaba en el borde mismo del iris, y en el limbo de su globo ocular. La playa era de fina arena blanca, muy extensa. Terminaba en un macizo rocoso plagado de grutas.
-¿Usted me está diciendo-Por un instante olvidé mi problemática personal, y decidí interrumpirlo-que en los ojos de la mujer… en su mirada… entró en un mundo diferente?
-¡Si!... ¡exacto!
-¿No creerá que alguien puede tomar en serio lo que me cuenta?
El hombre me miró apesadumbrado, y dijo:
-¡Por favor!... solo escúcheme… luego yo…
Lo mejor era terminar aquello cuánto antes. Mejor no lo interrumpía más.
-¡Tiene razón!... continúe y luego atamos los cabos sueltos.
-¡Gracias!... ¿Dónde estábamos?... ¡Ah!... en la playa. Pues bien… camine durante mucho tiempo. Entonces llegué hasta las rocas. Todo parecía deshabitado. Excepto una bandada de gaviotas que volaban sobre el arrecife, y algún pez que agitaba las quietas aguas de la bahía. Trepé por una saliente hasta la entrada de una gruta, una vez allí sentí los ecos apagados de voces. Eran como murmullos entrecortados por jadeos. Una vez que mis ojos se acostumbraron a la penumbra, alcance a ver una sombra moviéndose por el otro extremo de la cueva. Apure el paso, pero lo único que vi fue un contorno borroso que se perdía por la playa. Estuve unos instantes confuso. Todo era muy extraño. ¿Dónde estaba? ¿Qué era aquello? ¿Cómo volvía a mi lugar? Cientos de preguntas se amontonaban en mi mente. ¡Entonces la vi!
Verla y comprender fue todo uno. Ella también bajaba desde el túnel natural… mientras se acomodaba la poca ropa que tenía puesta. El rostro… tenía una rara mezcla de satisfacción y lujuria. Como en un pasado… conmigo. Solo que ahora había sido con otro. Cuándo termino el descenso de las rocas, me vio. Su mirada desafiante parecía burlarse de mi incomodidad… camino mojando sus pies en la marea. Una ola estalló a sus espaldas, en el arrecife, arrojando una miríada de gotas. Entonces comenzó a reír. Una carcajada obscena y cruel. Me miraba y se reía. ¡Yo solo quería callarla! ¡No quería que se burlara! ¡Basta!... le tome de la cintura y ella seguía riendo casi como una borracha. Traté de taparle la boca, pero ella más carcajeaba aún. Entonces lo hice… le apreté el cuello. ¡Fuerte! ¡Muy fuerte! Ella resolló y lanzó otra carcajada. Volví a apretar. Entonces… dejó de reír. Ya nunca más podría burlarse.
Luego… no sé que paso. Si me dormí o me desmayé. Estuve inconsciente, supongo, un buen rato. A mi me dio la sensación de días. Al despertar… ella yacía a mi lado en la cama. Así como usted la vio.
Se sumió en el mayor de los silencios. Aún cuándo los agentes lo esposaron y se lo llevaron. Aún cuándo el fiscal trato de tomarle la indagatoria.
Yo tenía varias dudas y una sola certeza. Algunas de las dudas se iban a disipar cuándo le hicieran ciertos estudios. A mi ver, y por el aspecto de sus pupilas, no había consumido sustancias alucinógenas. Tampoco tenía olor a bebida, pero el estudio de alcoholemia podría corroborar mi presunción. Luego estaban los test psicológicos. Eso llevaría más tiempo.
Camine por el dormitorio. La gente de Policía Científica estaba haciendo su trabajo. Tomaba huellas. Marcaba lugares con tiza o una especie de banderines. Recogían objetos en bolsitas de polietileno. El cuerpo de la occisa aún estaba en el mismo lugar. Me acerqué, caminando sobre la húmeda alfombra. De hecho, las sábanas y el colchón también estaban mojados… como si el tipo hubiera tratado de revivirla arrojándole agua.
-Inspector… ¿Usted que piensa?
-Te digo muchacho-Viendo la edad y la expresión del joven, daba para alardear- creo que el tipo la mato por celos. En un rapto de furia. Luego trató de reanimarla. Y al darse cuenta de lo que había hecho… trató de inventar algo. Creo que la confesión que me hizo va ser funcional a sus necesidades. Cuándo el Juez me llame a declarar, y yo relate lo que me contó… el abogado defensor puede pedir se lo declare insano mental. Y yo casi que estaría de acuerdo… a no ser por un pequeño detalle. Su relato tenía coherencia. Era casi literario… como si realmente hubiera vivido lo que contó. El tipo se estudio muy bien su historia. ¡Y la quiere como si fuera una coartada!
-Señor... ¿Usted que piensa que es esto?- Con mucho respeto me señaló el dorso de la mano del cadáver. Me acerqué y observé. Un rastro de polvo blanco. Luego se extendía por el brazo. El polvillo estaba enredado en el vello del antebrazo. Sin que nadie me viera, con una uña hice saltar un poco de aquello.
Desconcertado, me erguí y mire todo el cuerpo. Se había secado… en algunas partes se veían unas manchas rojizas. Y por todas partes había muestras del dichoso polvo blanco, en los muslos, el vientre y en todo sitio dónde hubiera vello.
Una sospecha comenzó a confundir mi mente. El muchacho me miraba con curiosidad. Estaba expectante… creo que sabía que era aquello. Tomé la punta del colchón y lo estruje. El líquido me embebió los dedos. Entonces puse el índice en la boca.
Debe haber sido una escena realmente patética. Yo parado en el medio de una habitación, al pie de un cadáver, con un muchacho burlón mirándome, mientras me chupaba un dedo y sin poder dar crédito al conocido regusto salobre que me bajaba por la boca, llevando consigo algunos rastros de arena.








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