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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-06-17 | |
A muy pocos de mis lectores les dirá algo este nombre, mas en parafraseo del fragoroso grito de las luchas libertarias, proclamo que la sangre de esta mujer se derramó en nombre de los defensores de la libertad de expresión en todo el mundo.
Anna es una reportera. El sábado 7 su cuerpo baleado apareció en el elevador del edificio moscovita en donde vivía. En el piso encontraron una pistola y cuatro casquillos percutidos. Nadie sabe quién la asesinó, pero el “caiga quien caiga” y el “hasta las últimas consecuencias” -en ruso, camaradas- habrán ya sido repetidos incansablemente en la radio, en la televisión, en los diarios y en las revistas de la antigua capital zarista, pues en materia de declaraciones tronantes ningún gobierno en la historia ha dado muestras de inteligencia... y no se diga de eficacia: larga es la lista de asesinatos de periodistas que aguarda ser esclarecida. ¿Por qué digo que Anna es y no fue una reportera? Porque en este oficio cuando la muerte llega nuestra palabra se queda en el mundo, y periodistas de los rincones más distantes -incluso de Xalapa- guardarán luto, repetirán nuestro nombre y dirán en voz alta que nuestra muerte no fue en vano. Nuevamente ecos de don Manuel: “No quiero morir contemplando / con mansedumbre el río (...) / Quisiera derrumbarme al doblar la esquina / rumbo a la máquina de escribir / Anna Politkovskaya es una estrella del periodismo de investigación ruso. Durante la guerra en Chechenia fue una espina en el costado del presidente Vladimir Putin. Documentó la represión sistemática del ejército sobre la población civil, el drama de los campamentos de refugiados y el lamentable estado de los hospitales. Después se atrevió a ponerlo todo en un libro que levantó oleadas de indignación. Esta colega nunca se dejó intimidar por las amenazas, que fueron numerosas y sobre todo viriles, como la del oficial del ejército Sergei Lapin, quien juró vengarse de esa vieja tal por cual e hija de la chin... (mis disculpas a los lectores: no sé cómo se diga esto en ruso), nomás porque Anna le documentó violaciones a los derechos humanos de algunos cientos de chechenos. Como buena ciudadana, Anna se quejó ante la autoridad. Lapin fue arrestado, pero, ¡oh sorpresa!, se le puso en libertad y el ministerio público se desistió de la acusación. Ver para creer. (Cualquier semejanza con lo que pasa en nuestro amado país es pura y celestial coincidencia.) Poco tiempo después, la hija de Anna fue agredida por desconocidos que intentaron abrir su auto. Escapó milagrosamente. En septiembre del 2004 Politkovskaya viajó a Beslán a cubrir el drama de una escuela secundaria tomada por terroristas chechenios e ingushes. En el vuelo desde Moscú bebió una taza de té y cayó fulminada con síntomas de envenenamiento. Como a ningún otro pasajero le hizo daño el desayuno que las diligentes aeromozas de Aeroflot ofrecieron durante el vuelo, uno puede suponer que la pobre Anna tenía muy mala suerte. En Beslán, el drama culminó con lo que se calificó de “lamentable saldo”: más de 335 muertos (156 de ellos niños), unos 200 desaparecidos y cientos de heridos. He aquí el fragmento de una crónica de aquellos días: “A las 09:30 hora local del 1 de septiembre de 2004 (la mañana del primer día de las clases de otoño), un grupo de unas 30 personas armadas llegó en camiones militares GAZ-el y GAZ-66 e irrumpió en el Colegio de Enseñanza Media Número Uno, cuyos alumnos tienen entre 7 y 18 años. La mayoría de los atacantes llevaba pasamontañas negros y unos cuantos llevaban cinturones explosivos. Tras un tiroteo con la policía en el que murieron cinco agentes, los atacantes se apoderaron del edificio, tomando como rehenes a 1,181 personas, la mayoría menores. Unos cincuenta rehenes consiguieron huir en el ataque inicial. Hubo confusión sobre el número de rehenes que había en el colegio: el gobierno sostenía que eran algo más de 350, pero otras fuentes elevaban ese número a 1,500. Más tarde, se oyeron varios disparos provenientes del edificio, que algunos pensaron que fueron para intimidar a las fuerzas de seguridad rusas. Después se reveló que los atacantes habían matado a veinte hombres adultos (,,,) y habían arrojado sus cuerpos fuera del edificio ese mismo día. Una de los atacantes detonó su cinturón explosivo, al parecer por error. Nadie más resultó herido.” Oleg Panfilov, director del Centro para Periodismo en Situación Extrema de Moscú, dijo que cuando sale el tema de si en Rusia hay un periodismo honesto, el nombre de la Politkovskaya inevitablemente aparece en la conversación. En la Fiscalía de la capital rusa, una vocera se presentó ante los reporteros y aseguró que se estaba contemplando la posibilidad de abrir una investigación por asesinato. En el futuro, las crónicas de Anna serán el sendero a la verdad. |
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