“Mediante el esfuerzo, esmero y control
que el hombre sabio construya una isla para sí
que no pueda ser abrumada por las inundaciones”
Dhammapada

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Caminaba envidiando. Caminaba anhelando ser de esos pocos que tienen las cosas claras, de esos que están seguros de lo que hacen, de esos que transmiten la verdad a diestra y siniestra sin importar los terceros. Caminaba perdiéndose entre las interrupciones de su conciencia y pensamientos contradictorios.. sin embargo, saboreaba el pensamiento que estar ahí, ahora y en esas circunstancias era producto de la casualidad, del azar.

Que delicia era poder eliminar las culpas de su mente, y rendirse.. dejarse llevar, y eligiendo abandonarse a la masa. Pero no.. una de esas interrupciones perversas le vino a la mente y sintiendo temor se quedó paralizado. Inmovilizado porque quizás en alguna noche .. de esas donde habitan nubes malditas.. tenues y de suave movimiento, estas trajeran de vuelta quien llegó a ser alguna vez y golpeando hábilmente .. el personaje le dejara el alma maltrecha. Maltrecha, pero.. viva.

En ese momento, el espíritu moribundo correría a ese territorio donde no era necesario ocultarse tras la popular máscara amistosa. Ese espacio que pocos conocen, y muchos quisieran estar. Ese lugar donde se apaciguan las penas y aflicciones con una dosis perfecta. Donde se ve el tiempo pasar y el espíritu con su compañía cómplice se llega a convencer de que todo va bien porque encontró un refugio para su vida.. o la convicción de que eso la vida misma.