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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-03-26 | |
ROMANCE DE MI PERSONA.
Y en cierta ocasión, creía que mi cerebro soñaba con una caja de roble que mi cuerpo custodiaba. Que mi madura autoestima alimentaba mi alma. Que mis miedos, tan feroces, sustentaban mis espaldas. Que mis traumas y vergüenzas ponían una pantalla ante hechos y ocasiones que dañaban mi esperanza. Pero no era así. Fue entonces cuando saqué mi arma blanca y miré en los exteriores la negrura de mi llama. Encontré fibra podrida de las cosas que, esperadas por amigos y familia, jamás, libres, fueron dadas. Descubrí cemento roto de inseguridades vanas por creer lo que no era y por ser valija falsa. Estoy en una, encerrada, cueva horrorosa de carne, de pelo, lípido y grasa, retorcida y reinventada por anélidos infames, que deliberan, en formas entre vísceras, sinuosas, repartiendo la glucosa por la cortina adiposa de la oquedad infecciosa. Las paredes que me cubren no son paredón de loza, que son de ósea podredumbre de falsedad y congoja. Por dichos muros resbalan el odio y el desagrado. Son ácidos, son viscosos, pegajoso decorado. Desprenden olor marino a rebajarse ante el asno, a ignorarse ante el mendigo, a esconder sebosos granos, a negligencia y a culpa, a vil deshonestidad. Entre barro y calavera junto a traidores humanos la gruta que me aprisiona me derrota con mis manos. En rojos atajos veo transcurrir tiempos y lunas. En blancos senderos dejo alegrías y amarguras. La sangre es un río negro, caudaloso, basófilo, residual de ignorancia, vacuos eosinófilos, frustración e intolerancia, talleres de neutrófilos. Descarga su gran basura marrón, desproporcionada, miserias intestinales, bilis de cotillas lacras en un luengo laberinto, de blanda piel, troceada por el descarado instinto que insatisfecho, se clava: por desórdenes mentales, por moscas estropeadas, por hornos sentimentales incinerados por ratas. En su entrada, las mucosas presentes están, verdosas, y un pestilente aroma de infecta y pútrida soma y de uterina acidez, hablando con altivez de su presencia, pregonan que el lugar nunca abandonan. . Sus dos salidas cegadas por unos engaños ambas, mucosos y transparentes de desahogos fecales, llenos de linfa castrada que ciegan la gris morada, catedrales venéreas, plataformas etéreas, de piedras de cal renales y de rocas vesicales. En su interior sólo hay una laguna negra infectada de dejadez e inconstancia, suciedad y horas perdidas, de inconsistencia y dolencias, también de inútiles quejas, disculpas sin fundamento, enjauladas por árboles de bejucos inhábiles, suicidio de expectativas, negación de libertades. Páramos en los que anidan los picos de los buitres de las críticas que anulan los cuernos de meretrices que pegotean lucernas en destructivas narices. Ánimos esforzadores, arpías de tinte orina, ladrones consentidores ojos de lluvia cetrina, dragones de tibia escama, de las sierpes hemorroides, de larga tristeza y cola, de indolentes soñadores, que discurren por los huecos más ocultos de este monte de esta amalgama de insultos orientados a mi norte. Infinita es mi condena de oxidados orificios por la opinión que enajena, de chapas erosionadas, tacos de hedor purulento, por escombros tumefactos y coágulos de menstruo. Aquí residen mis días . En un sitio que hace aguas y en inundación porfía. Gotas de cara incomible, escarlata, beige, lechosas marrones, irrenunciables, infantiles, ojerosas, de rendijas inmaduras abiertas y recelosas al tornillo deslizantes y del parche desertoras ante impactos viscerales abren trazos desiguales por donde escapan las lorzas. Soy dura soy miserable, soy dejada y perezosa soy carbón, soy la pimienta soy la mostaza traidora. En lo hondo la campana que me avisa, traicionera, al cometer mis delitos de avergonzadas quimeras luce fiel de color oro, refleja a Selene, plata. Al acercarme es un bronce duro de estaño y de laca. Las fauces que me encarcelan en ideas recurrentes no muestran ni siendo hirientes la más mínima deshonra. Allá en el fondo entre rejas, entre tejidos y huesos encuentro una luz serena que parece el firmamento. No me permite el acceso por mi huraño sinsentido. Pero me alumbra el camino que marca mi retroceso. O puede ser mi conciencia que me lleva hacia la cima o puede ser mi vagancia que mi proceder sublima. En la tez de la mirada y en la lengua viperina, en mitad de una jornada que mi vida no domina, nace la voz que me anima y me causa mis enojos y que morirá abatida, segura, de sus despojos. . No me marcho. No. No me iré. Una vez se alumbró una pequeña vela. Me gusta. La bujía anda escondida en algún recodo de este fangal, lodazal de infaustos de esta alcantarilla mugre de la que las cucarachas huyen asustadas. Temen desánimo y desconcierto. que la pobreza contiene Es un cirio que va dando fogonazos atenuados por todo el bajo sistema de coprofagia y de guano. Es un diminuto foco que no se consume y deja un aire de limón suave, ignorado en una leja. En los lugares en los que su buen hacer y su estancia consiguen manar calor, ambrosía, paz y gracia, nacen rosetas y fresas pequeñas y delicadas señales de condolencias de perdón atenuadas. |
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