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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2006-05-15 | |
Digo madre,
Y una lágrima de impotencia humedece mis ojos, Un dolor agudo me oprime lo más hondo del pecho, Un sentimiento de culpa se aloja en mi conciencia, Una nube de angustia cubre mi rostro, Una corriente helada me estremece hasta los huesos, Un sabor amargo sube a mi boca desierta. Y te busco en las huellas de mi piel, En cada gota dulce de mi sangre, En cada verso alegre de mi poesía, Es que tú recuerdo sabe a miel, Sabe a caña, sabe a sal, madre, Puro reflejo de soleados días. Es que tú, madre, Estás en cada momento de mi vida Mírame, que soy todo un reflejo de tu cuerpo gigante es esta tu vena poética, madre. Y sin embargo no estás aquí a mi lado Como tantas veces juntos paseamos Por los campos de Quisqueya Por los cálidos valles de mi tierra. Y es que mi ombligo nunca fue cortado de tu vientre Sigue pegado a ti, como siempre. Soy el corazón rebelde Que llevas en tu pecho Tu orgullo, tu sueño, Tu profesional, tu hijo. Si, madre, tan cerca y tan lejos Mezcla de cruel olvido Y de infeliz recuerdo. Ahora que el paso de los años comienza a golpearte el cerebro Y a dejar mellas en tu piel, en tus huesos: En tu cuerpo cansado. Madre, mujer paciente, ¿Dónde está tu marido? ¡alardeando su condición de macho! Eres la mujer inocente que sucumbe al martirio del lecho abandonado. ¡Cómo es posible, madre! ¿Cuántos somos diez o doce hijos? Los que hemos han desfilado por tu vientre cansado. ¿Dónde están tus hijos, madre? Es que acaso se han olvidado que también ellos se formaron en tu útero fértil, incansable. Y ahora que más nos necesita ¿Dónde están tus hijos, madre? ¿Andarán por los caminos de la vida? En los brazos de una dama amable. Ya se han olvidado de cada desvelo De cada noche sin una pizca de sueño. Una noche larga, larga como ninguna Cuando la muerte rondaba cada cuna. Hay cosas que nunca se olvidan Como un sorbo de tu leche tierna Dulce, cálida, limpia. Pecho que les llevó a levantarse Del polvo de la tierra. Si madre, se han olvidado de cada lágrima derramada De la preocupación perpetua Por el pan que se negaba a perdurar en tu mesa. Madre, perdón, Para tus hijos ingratos Para los desvelos olvidados. Quizás, Dios nos perdone Tan terrible pecado Olvidar aun en vida Tu esfuerzo diario El sacrificio divino De convertir en hombres y mujeres Quienes un día fueron tiernos niños.
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