Llovida de sol, yerta entumecida
y empero distante,
pace el fabulado insecto con sus ínfulas
de bisón sobre la hormiga
cabeza de azafrán,
con sus trabajos de Esopo corregidos
la noche anterior por el vendaval cancerbérico
en la nomenclatura de su avaricia.

Y va. Se queda temporadas
de musgo entre mis pies
la mantis:
cuando despierte
más insectado que el sueño,
me esperará una roca con mi nombre
para inaugurar su sombra,

o es el otro par de pies
el que me urge fuera de aquí,
fuera del alcance
de los perros del verano.