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El Ateo
prosa [ ]

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por [jaw ]

2012-01-17  |     | 



El Ateo


Era un pueblo mediocre de un tamaño mediano en (mas o menos), el centro de Méjico. En tal pueblo vivía Ernesto con su mujer Maribel y un hijo único de doce años, que se llamaba Diego.

A su rededor tenían muchos vecinos católicos, dos familias evangélicas y aun, una pareja musulmán. Lo que asombraba a los vecinos católicos no eran las familias evangélicas ni tampoco tener entre si una familia de musulmanes. Lo que los maravillaba sobre todo era la completa falta de creencia de Ernesto y Maribel en algún Dios. Ernesto y Maribel eran ateos.

Los vecinos creían o tal vez unos imaginaban e otros sospechaban que Diego fue criado como ateo, por fin de que cada uno de ellos instruían a sus hijos según su fe. Pero de hecho, la idea de instruir a su hijo en cualquiera dogma era abominable para Ernesto tanto como para Maribel. A Diego les hablaba de las varios creencias y religiones inclusivo el budismo, hinduismo el catolicismo, los varios tipos de evangélicos (que hay un montón) y el ateísmo. Pero nunca le dirigieron hacia uno u otro, siempre diciéndole que él pudiera creer según su propia voluntad. En efecto, hasta aquel momento, Diego no tenía ninguna creencia propia, ni sentía la necesidad de tenerla.

Sin embargo eso era para cambiarse.

Eran los fines de Marzo, un día lindo y calientito sin el calor opresivo que puede hacer durante el verano. Diego estaba en camino a su casa regresando de la escuela acompañado por unos amigos. Charlando y riéndose no se fijaron que un coche venía en su dirección con una rapidez negligente. Un instante antes de alcanzarles una llanta delantera del coche estalló, el chofer perdió control y chocó con el pobre de Diego.

Diego voló algunos metros y cayó sobre un poco de pasto que se encontraba justo a la calle. Los amigos de Diego gritaron de espanto, el chofer del coche salió corriendo hacía Diego y lo encontró levantándose del pasto. Diego sacudió su cabeza y movió sus articulaciones para comprobar que nada se había roto. El se encontraba enterito aunque en estado de susto.

Diego solo quería ir a su casa y acostarse pero ni el chofer del coche ni sus amigos lo permitieron, todos insistieron que fuera al hospital para que un médico lo examinara. Fue ahí en la sala de emergencia donde Ernesto y Maribel lo encontraron. Por fin el doctor, habiendo sacado radiografías, chequeado la sangre y haber hecho varios análisis, lo declaró sano sino por unos moretones.

Todos los vecinos, inclusivo los evangélicos y la familia musulmán declararon que fue un milagro de Dios. De cual Dios, dependía, claramente, de la fe de aquella familia.

El Párroco llegó a su casa el día siguiente insistiendo a que se fueron a la misa para declararse por Dios, reconocer que de verdad Dios había salvado a su hijo y convertirse en católicos. Ernesto y Mirabel por su parte y con cordialidad le dieron gracias pero que no se iban a convertir y que Diego pudiera hacer según lo que el mismo quería.

Eso asombró el pobre sacerdote. Primero, que esa tarada familia no pudiera ver que fue Dios quien salvó a su hijo. En segundo lugar era aparente que para Ernesto y Mirabel no les era necesario a que su hijo siguiera el ateísmo de ellos. El cura no pudo imaginar que uno criara a sus hijos sin inculcarles con su fe o creencias.

Lo que él y los vecinos no pudieran entender es que sobre todo, Ernesto quiso, a que su hijo pensara por su cuenta. Si algún día Diego llegó a creer que hay un Dios y que se llamaba Alá, eso para Ernesto era lo más natural. No lo tenía inconveniente a que su hijo creyera diferente que el, solo que llegara a sus convicciones por su propia cuenta.

Diego, por su parte, decidió que no tenía ganas de ir a la iglesia a pesar de la invitación del sacerdote y luego de amigos tanto católicos como evangélicos. Aún, una hija de la pareja musulmán le invitó a la mezquita. La muchacha era bonita pero como Diego tenía apenas 12 años y todavía no se interesaba en el sexo opuesto rehusó la invitación.

Toda la colonia y vecindad hablaba del accidente y como ese milagro no logró convencer a esa pareja atea, la verdad de la existencia de Dios. Pero el hado no había terminado con Dieguito, ¡había más por venir!

#

Pasó la primavera y llegaron los sofocantes, tórridos días del verano. Como no hubo clases, Diego, sus amigos y hartos otros, fueron a nadar. El lugar mas popular era el nacimiento de un río local. Durante este tiempo el agua estaba bastante refrescante sin estar frígida.

Junto a la charca formada por el nacimiento, hay un acantilado no muy alto, desde donde algunos (no los mas listos pensó Diego,) saltaban al agua. La razón que Diego no le gustaba brincar de ahí era simple, el agua no estaba lo suficiente hondo en su opinión. Diario se veía la verdad de esa opinión por las heridas de los (idiotas; pensaba Diego) que se saltaban.

Un Domingo mientras Diego, junto con unos amigos se refrescaban en la aguas del nacimiento oyeron un grito y mirando en la dirección del acantilado vieron un muchacho flotando en el agua boca abajo. Aparentemente se había brincado y pegado a su cabeza, a todo parecer, estaba inconciente.

Como Diego no estaba muy lejos y quizás la persona mas cerca nadó inmediatamente en la dirección del inconciente. Cuando llegó lo voltio en inmediato boca arriba. Diego se dio cuenta que el muchacho no respiraba, entonces pegando su boca al del otro le dio una soplada fuerte. El chavito aún, se quedó insensible. El muchacho inconciente empezó a toser y escupir agua, comenzó también a respirar por su cuenta de nuevo. Primero Diego sintió aliviado, luego un golpe fuerte en su cabeza y después nada.

A todo parecer Diego estaba completamente correcto en su estimación de los que brincaban del acantilado. Estúpidos sería una palabra que se pudiera usar, pero una mas fuerte es necesario. Bobos, idiotas, imbéciles, tontos, cada palabra en si no basta para describir aquellos muchachos, capaz todas en conjunto serían suficientes. Lo que sucedió era lo siguiente. Cuando sus compañeros vieron su amigo boca abajo en el agua, pensaban que era una burla. (Nos es claro que esos muchachos no serán los doctores, enfermeros, y abogados del futuro, aun unos son capaces de llegar a ser políticos). Sin poner atención a lo que pasaba abajo en el agua, buscaron una piedra, (no cualquiera piedrita), sino una roca grandita que tiraron sin mirar (o claro, pensar) en la dirección de su amigo. Esa misma piedrota le pego a Diego directamente en la frente de la cabeza. Cosa buena según (el mismo) doctor de la emergencia. Si le hubiera pegado arriba de la oreja, por ejemplo, es casi seguro que se hubiera muerto ahí mismo. Por suerte uno de sus amigos le había seguido y estaba casi a su lado cuando recibió la piedraza; ese mismo le dio auxilio y pudo mantenerle con boca arriba hasta que llegara mas ayuda.

Una vez mas Mirabel y Ernesto se encontraron en la sala de emergencia esperando noticias de su querido hijo. Una vez mas Diego no sufrió lo peor solo se quedó con un dolorzazo de la cabeza, una frente de cabeza algo de hinchado, y una seguridad entre si de que los ignorantes, estupidos, iletrados, inconcientes muchachos que habían tirado la piedra iban a sufrir mas que el. Según su padre los delincuentes estaban en la cárcel. La policía habían decidido dejarles unos días ahí como una lección. Le era claro a Diego que ellos iban a sufrir de varios maneras. Ellos no pueden saber que saldrán en unos días y el calor que haría por dentro de la cárcel tiene que estar espantosa durante el verano y sin aire acondicionado.

Los vecinos por su parte estaban seguros de que Ernesto y Mirabel verán la mano de Dios en lo acontecido. Pero ellos sonreían y supieron que fue por suerte y la mala puntería de los muchachitos que tiraron la piedra que su hijo sobrevivió. Diego por su parte negó las invitaciones a la iglesia. Los evangélicos eran los que mas persistían esta vez,

“Dios está moviendo en tu vida” le decían y otras cosas semejantes.

A Diego le disgustó como le empujaban e insistían a que fuera al culto con ellos, dijo entonces de manera firme que ¡no! Una vez mas le acercó la musulmana que antes le había invitado a la mezquita, esta vez Diego sintió algo de atracción hacía ella. Diego no comprendió que en este momento por su cuerpo recorrían un montón de hormones que lo estaban convirtiendo a un hombre. Lo que si supo eran las palabras de su mamá,

“Nunca te debes permitir hacer una decisión por tus emociones sino por el intelecto.”

Esa memoria le bastaba para negar la invitación de la guapita musulmana.

El dolor de la cabeza se le pasó, igual el hinchazón, lo que persistía eran las invitaciones a la misa, los cultos y la mezquita. Diego se encontraba aburrido por todo eso. El no entendía como sus vecinos podían creer que algún Dios en su majestad y (estupidez opinaba Diego) le había salvado. En eso estaba de acuerdo con sus padres, fue suerte, la pura casualidad que le había salvado en ambos casos. Lo que Diego no pudo saber fue que había algo aún mas horrible, mas increíble que le iba a ocurrir.

Ya llegó el otoño. Días un poco más frescos sin estar fríos. Para Diego era un tiempo muy agradable. Todo le iba bien en la escuela, tenía una novia, católica, pero no muy crédula y por la mayor parte los “cristianos” lo dejaban en paz. Diego estaba solo (por suerte aparentemente) cuando lo porvenir se le pasó. Andaba por el bosque solo y pensativo cuado a su rededor cayó lo que aparecía ser un montón de piedras. Pasó como un torbellino y en un instante se encontraba boca arriba tirado en la tierra. A su rededor había un montón de piedras en un círculo, el estaba en el mero centro sin ninguna herida.
Claramente Diego estaba completamente asustado, y no tenía ganas ningunas de moverse. Todo su cuerpo sentía adolorido por el tumbazo que recibió. Así se quedó un tiempo reflexionado en lo sucedido, y así estaba cuando oyó unas voces. Conocía esas voces distintas, pertenecían a miembros de la familia musulmana. Lentamente movió la cabeza para poderlos ver, si, era el papá, la mamá y el rebaño entero. En ese instante la guapita musulmana a quien Diego se había senito atraído, hizo un gritazo que faltaba poco como para levantar a los muertos. A Diego lo sacó de sus aturdimiento y el trató de moverse, sino que en aquél momento el papá lo mandó no moverse y estuvo al lado de Diego en un instante. Le examinó con la concisión de un médico; cuando no halló alguna cosa rota ni sangre, lo ayudó ponerse en pie.

“El profeta está contigo Dieguito” dijo el señor, “te quiere vivo por alguna causa suya. Te es necesario buscar a Alá para saber tu destino, sin falta irás con nosotros a la mezquita.”

En este momento Diego sentía una felicidad enorme que había seguido el consejo de su mamá en no hacer decisiones por sus emociones. Porque si no; era muy probable que anduviera con esa muchacha y se hubiera convertido en musulmán para que ella lo aceptara. En cuanto a las cosas de la religión Diego sabía que le había mucho que aprender. Sin embargo supo en este instante que no quiso nada que ver con la religión del Islamismo.

A Diego le tocó una fama instante, los astrónomos y meteorólogos dijeron que fue un bólido que había caído en el bosque. El señor musulmán que rescató a Diego pregonó que era un milagro que Diego sobrevivió y contó a todos las circunstancias en que el y su familia hallaron a Diego. Los periódicos y de las noticias televisores querían una entrevista con Diego. Ernesto y Mirabel dejaron las decisiones en cuanto a esas entrevistas en las manos de su hijo, solo aliviados que su hijo aún vivía. Por ellos el escape milagroso de su hijo no los conmovió a creer en Dios a la incredulidad de la vecindad.

“¿Cómo puede ser que aún no vean que fue Dios quien salvo a su hijo?” se decían.

Por su parte Diego vio que no iba a escapar de las atenciones de la prensa y acepto unas invitaciones de los medios que el consideraba mas honestos y rectos.

En un estudio de una de las noticias diarias la entrevistadora, después de haber terminado de grabar la entrevista preguntó a Diego si no daba gracias a Dios por haberle salvado la vida. Diego quedó quieto y reflexionó por unos instantes. En ese momento Diego, quien faltaba unos meses para cumplir los 13 años, tubo un catarsis.

“No” le respondió “no creo que hay manera de saber si Dios aún existe, pienso vivir como no es; soy agnóstico.”

Eso asombró la entrevistadora, que un muchacho tan joven se consideraba agnóstico! Ella alcanzó su posición no solo por bonita pero también por lista y en inmediato señaló al que manejaba la cámara a que empezara a grabar de nuevo. Entonces ella le preguntó a Diego si sus padres eran agnósticos, el respondió que ",no ellos son ateos”

“¡Que!” Ella exclamó “¿no te inculcaron en el ateismo entonces?”

Diego sintió obligado a explicar la manera en que fue criado, después de haberlo aclarado la entrevistadora le preguntó cuando Diego realizó que era agnóstico. Diego le explicó que hacía solo unos minutos que lo había realizado, que fue la pregunta de ella misma que le hizo realizar lo que creía de corazón.

Puedes imaginar, cuando salieron las noticias aquella noche que toda la colonia las miró. Todos se quedaron asombrados e incrédulos por la revelación de que Diego era agnóstico. Mirabel y Ernesto, por su parte sentían orgullosos de Diego. Primero por la decisión de ser agnóstico a pesar de la presión a su rededor de convertirse en alguna religión. Segundamente sintieron orgullo en la capacidad y habilidad de su hijo de poder comunicarse y explicarse efectivamente.

Por su parte Diego concluyó que la entrevistadora era inteligente, y muuuuuy guapa.

Pronto Diego llegó a saber que a veces uno paga por lo que cree. El próximo día en la escuela su novia se rompió con él. Fue por su propia voluntad según ella, es que ‘ya no podía con un incrédulo’. El sintió lastima, le había gustado a la guapa morenita. Pero con tiempo supo que era mejor. Todo el mundo, se le parecía, se casaban con personas de su misma fe o creencia. Aún sus padres eran ateos; los dos; de acuerdo en casi todo, eso se le hizo cosa muy importante ; uno de los fundamentos de una relación. Diego decidió buscar una novia que tenía semejante creencias, pero mientras se iba a analizarse, decidir lo que creía él mismo, que le era importante en la vida, ¿por cuál sendero iba en su vida? Diego tenía muchas preguntas y muy pocas respuestas, pero tenía tiempo para llegar a una conclusión.

Tiempo pasó. Diego seguía en su buscada de mejorarse, de cumplirse en su propia estimación. Ya era la primavera de nuevo y Diego hace poco, había cumplido los 17 años. Este mismo año vino una muchacha nueva a la escuela. Diego notó en las clases que tomaban juntos que Catalina, tenía una inteligencia extraordinaria. Después de unos días decidió hablarle, tal vez conocerle. Pero antes que lo pudo hacer ella se le acercó por su cuenta y dijo.

“Entiendo que eres agnóstico”

“Si” Diego respondió, de ahí empezó una platica y después una amistad. Ella, Diego supo, casi luego, era una atea. Un Día Catalina le preguntó por enésima vez acerca de su creencia en Dios.

“Te llamas agnóstico pero se me parece que no crees en la existencia de Dios”

“Pues eso si es la verdad” Diego afirmó.

Catalina insistió a que eso quería decir que el era en realidad un ateo.

Después de pensarlo un tiempo Diego realizó que era la verdad. El había empezado este camino cuando tenía 12 años como agnóstico. Ahora con 17 años y con la ayuda de una muchacha singular, él había realizado que era un ateo. Diego le explicó a Catalina lo que sentía y pensaba. Inmediatamente después la tomo en sus brazos y la beso en la boca. Ella no solo se dejaba a que la besara sino que elle volvió el beso.

Uno puede imaginar que ellos dos se cazaron y vivieron siempre felices. Uno estaría completamente equivocado. Si, después de graduar de la universidad se cazaron. Estaban enteramente enamorados pero se acostumbraban de pelearse por una causa u otra. Aunque eso les daba algo de pena, también les daba razón para arreglarse que normalmente incluía besos, abrazos y muchas veces, hacer el amor. Por causa de hacer el amor tuvieron dos hijos, la mas grande era una mujer, el mas chico un hombre. A Catalina tanto coma a Diego les era abominable la idea de inculcar sus hijos en cualquiera dogma. A, Ana y a Lázaro, les hablaban de toda clase de creencia, inclusivo el budismo, hinduismo y el catolicismo…

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