La alarma del reloj, se cansaba de sonar, agotándose en su llamamiento rutinario, intentando despertarme; cuando en la pantalla de mis sueños, apareció una ventana que me decía:

-Usted se ha dormido, el esfuerzo realizado, es probable que haga, que su cuerpo no responda. Aceptar.

Hice entonces click en el recuadro, e irrumpió un poderoso antivirus, que comenzó a revisar todos mis archivos, carpetas y programas, concluyendo luego del escaneo, el siguiente informe:

-No se ha detectado ningún inconveniente serio en su configuración, reinicie su equipo y vuelva a intentarlo más tarde.

De repente, me encontré caminando por una solitaria playa, sumamente soleada, sintiendo placenteramente, en las plantas de mis pies, la tibieza de la arena. Luego de una larga y reconfortante caminata, me detuve a mirar el mar de la media mañana, mientras una vela en el horizonte lejano, se me imponía a una visión, cada vez más extenuada por la prepotencia de la luz solar, obligándome a bajar mis párpados, aunque mis fatigadas retinas, siguieran percibiendo la rojiza diafanidad.

De golpe, me desperté, cuando la creciente irradiación de luminosidad, que se infiltraba por las hendijas de la ventana, se había vuelto excesivamente intensa.

-¿Uy que pasó? -me dije, y observando al reloj, me sorprendió el hecho de haberme quedado dormido de tal forma, que ni siquiera había escuchado la alarma.

Pensé entonces, que ya era bastante tarde para ir a mi trabajo, y que llegando a esa hora, lo que me iban a descontar, no hacía gran diferencia con respecto al jornal completo.

Puse mis pies en el piso, y fui a abrir bien la ventana, para luego volver a acostarme, poniendo un poco de música, prendiendo un cigarrillo, y haciendo que mis neuronas entren en un divague pleno de libertad, sin ningún otro condicionamiento, que el ritmo del contrabajo electrónico, rompiendo la incesante y repetitiva programáción.