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por [Espartako ]

2006-01-26  |     | 



Desde el momento en que Noelia, se había propuesto realizar como tesis doctoral, aquel trabajo de investigación sobre la renta diferencial del suelo, en el modo de producción feudal, quiso hacerlo de la manera más exhaustiva posible, y es por esto, que comenzó por revisar periódicamente los archivos medievales de la biblioteca de la universidad. Del material que fue hallando, le interesó sobremanera, la peculiar distribución de la tierra en los sembradíos aledaños al castillo del Duque de Bluesting, y a partir de esos materiales comenzó el desarrollo, de una importante línea de búsqueda, que de alguna forma fue eclipsada, o tal vez desviada por el hallazgo de aquel documento con forma de cuadernillo, elaborado en el siglo XIII.

Si hubo algo particular que la haya detenido en aquel escrito, fue principalmente la figura de un enigmático muchacho, retratada en él. Esas facciones, esos gestos congelados en la imagen, lograron impactarla sumamente, deteniéndose melosamente a contemplar a ese hombre, y seguramente que su imaginación voló bastante lejos, ante algo que le resultaba de extremada atracción. Luego de degustar por largo rato aquella estampa, leyó que Ignacio Cox, había sido un siervo de la gleba, ajusticiado por la guardia del Duque, por haber seducido a su noble esposa, la Duquesa Juliana. Este relato la conmovió, mucho más aún, pero el cansancio produjo que siendo las seis de la tarde, pegue la vuelta hacia su casa. Saliendo por la inmensa puerta giratoria de la biblioteca, tomó la vereda, para luego de caminar media cuadra, descender hacia la estación del subte, que la dejaría a pocas cuadras de su domicilio.

Al ingresar, la cálida temperatura ambiente, hizo que ella se quitara la vestimenta, sintiendo que la imagen que tanto le había impactado, siguiera tan presente en la deriva de sus pensamientos. Encendió la ducha, y se dio un baño rápido. Luego de secarse, pero con el cuerpo aún húmedo, la única prenda que se colocó, fue un albornoz de tela de toalla color rosa pastel, con lunares blancos. Apoyó sus caderas en su sillón preferido, y casi sin darse cuenta se quedó totalmente dormida. Pasadas algunas horas de ello, Noelia despertó súbitamente, con las yemas de sus dedos en la vagina, y su piel humectada en transpiración, sorprendiéndose tremendamente, y también lamentándose bastante, que solamente haya sido un sueño.

Entonces fue que observó al reloj de pared, señalándole este, que faltaba aún, un cuarto de hora para que fuera la medianoche. Se dirigió al baño, se sentó en el bidet, luego se lavó la cara, y observándose algo extrañada, en el ovalado espejo del tocador, se acomodó un poco sus cabellos castaños, para luego vestirse rápidamente, tomar su billetera y llamar a un taxi. Salió de su casa cuando sonó el timbre, y subiéndose al automóvil, le indicó al conductor, el sitio hacia donde debía acercarla. Luego de casi una hora de viaje, el coche estacionó en un lugar, ya algo descampado, y Noelia descendió de él. Entonces caminó algunas cuadras, para ingresar al viejo cementerio. De hecho, no le pareció prudente indicarle al chofer, que la lleve hasta ese sitio, en tan inadecuadas horas para hacerlo, y es por esto que le había señalado un lugar próximo y no el exacto.

Caminó por un sendero de grava, circunscrito entre aquel crecido césped, donde se alineaban las tumbas y los panteones, hasta que se topó con una lápida donde se podían leer las iniciales: I. C., y esas letras construidas en bronce, la estremecieron de tal forma que ya no sabía más que hacer, y principalmente a esas horas, y en tan lúgubre lugar, cuando sintió que dos apasionados brazos la tomaban, y que su cuerpo se adhería gratamente al del hombre que la abrazaba, besándose ambos profundamente, y así, perdiendo el control emocional, se entregó al sexo más descontrolado, en una ya erotizante y asombrosa penumbra de luna nueva. Su partenaire entonces algo le susurró al oído, pero ella, no alcanzó muy bien a entender, que cosas él le estaba diciendo, mientras alcanzaba varios orgasmos, y se desplomaba contra la hierba. Cuando levantó la vista para identificar el rostro de su amante, una sombra escurridiza se esfumó súbitamente, perdiéndose en aquella tumba.

Noelia se puso de pie y caminó hacia el exterior del cementerio, cuando de golpe despertó de tan voluptuosa quimera onírica, con sus manos en la humedecida vagina y con el rostro demasiado acalorado.


Al otro día al volver a los archivos, para continuar con su investigación, Noelia no pudo resistirse a concentrar toda su atención, en la historia de Ignacio Cox. Allí, encontró que la Duquesa Juliana, quien por lo demás, pudo saber Noelia, fue extremadamente bella y seductora, le había requerido a su marido, el Duque Jonás de Bluesting, que la satisfaga obsequiándole un anillo, con un formato muy especial, que era un diseño que a ella misma se le había ocurrido, a partir del recuerdo siempre presente de una fábula que su abuela le relataba cuando niña.

Suponía la Duquesa, que poseer una joya de esas características, la iba a proteger de ciertos malestares, que la venían aquejando desde hace algún tiempo, casi como otorgándole a la figura, que tenía en la cabeza un poder mágico, aunque a esta intención cabalística la mantuvo en el más estricto y riguroso secreto.

Entre los siervos del Ducado, no había ningún artesano, con la capacidad para realizar semejante obra, algo por lo demás bastante sofisticada, y es por esta misma razón, que el duque le mandó a pedir a su primo, el Conde Felipe de Cardigan, que le envíe a alguien, con la probidad suficiente en esa materia. Es de esta forma, como Ignacio Cox apareció en el Ducado, y también en la vida de Juliana.

Se le concedió al llegar, un cuarto en el alcázar, no solamente como hospedaje, sino a su vez como sitio para ponerse a trabajar, en el encargue realizado, manifestándole el Duque, que sea muy riguroso con el modelo encomendado, ya que era un diseño exclusivo de su mujer, y que no iba a tolerar ni él, ni ella, una pieza distinta.

Cuando Ignacio vio el gráfico donde se estampaba el diseño, se sorprendió bastante, debido a que nunca hubiese imaginado una figura por el estilo. En el papel se veía representada una extraña mariposa, con alas extremadamente inusuales, pero con formas que impactaban tremendamente, a cualquiera que las viera. Al observar dicha figura sintió irresistibles ganas de conocer personalmente, a quien la había imaginado, pero sabiendo que esa posibilidad, le estaba totalmente vedada, o era totalmente remota, se puso entonces a trabajar, en la construcción de la pieza, sin dejar de pensar, en quien la llevaría en su mano. Como el diseño era bastante complejo, y abstracto se le ocurrió entonces no hacerlo, de manera idéntica, sino con algunos detalles modificados, de los cuales, solamente pudiera percatarse la dama en cuestión.

Luego de un par de semanas, de ardua y meticulosa labor, el artesano terminó la joya y anunció esto al Duque, para que sepa, que el encargue ya estaba a su disposición, mientras éste, le ordenó a Ignacio, que se quede unos días más, por si había que hacer alguna corrección, o ultimar detalles.

Jonás de Bluesting, con un bonito cofrecillo en sus manos, se dirigió entonces hacia su esposa, para obsequiarle lo que ya era para él, comenzaba a dejar de ser, una deuda pendiente. Juliana quito la joya del envase y se la entregó a su esposo para que suavemente él, se la coloque en su dedo angular izquierdo extendido hacia delante. La Duquesa no disimulaba la gran emoción, que le causaba portar ese anillo con la forma que ella misma había diagramado, hasta que luego de observarlo mucho más detenidamente descubrió algunos detalles, que ella sabía no haber proyectado, pero a esto no lo hizo explícito, sino que lo calló deliberadamente.

Había algo en esas marcas diferenciales que le produjeron cierta sensación placentera y a la vez cierto enigma. Se preguntó a si misma el porqué de la imprudencia de quien lo había hecho, y a la vez supuso que en esa acción debía haber algún mensaje misterioso, que no alcanzaba a descifrar. Ya no quedaban dudas de que el efecto que Ignacio había previsto, se estaba cumpliendo mucho más que satisfactoriamente, ya que la Duquesa no paraba un instante de pensar en quien había construido el anillo y así como la intención por la cual le había pedido ese obsequio a su esposo se había convertido en un secreto, esto nuevo que le estaba sucediendo lo era más aún. Una pregunta le daba vueltas en su cabeza, y era, que habría querido decir con esto, ese atrevido artesano, y por otro lado si la presencia de esos detalles, en realidad no implicaba, que él hubiera descubierto su secreto.

Entonces, Juliana le pidió a su esposo querer agradecerle personalmente al siervo, por la confección del anillo, ya que el trabajo realizado, le había parecido maravilloso. El Duque accedió a ello inmediatamente y convocó a Ignacio a su recinto. Cuando estuvieron frente a frente, se produjo entre ellos, un intercambio de miradas que el mismo Bluesting, pudo percatar pero que inmediatamente obvió, pensando que solamente se trataba de su acalorada imaginación, sin sentido concreto alguno. Luego, el Duque, le manifestó su agradecimiento a Cox, y a su vez le indicó que podía partir en el próximo amanecer.

Antes que saliera el sol, pero con mucho canto de gallos ya, Ignacio se llegó hasta la caballeriza, donde una mujer lo estaba esperando. Ella vestida de plebeya para no ser reconocida le pidió a Ignacio que no se vaya sin llevarla, y él sin dudarlo un instante partió con ella rápidamente antes que amanezca en un solo caballo y a todo galope. Siendo la media mañana y cruzando un frondoso bosque, pararon a descansar y fue allí donde no pudiendo contener más la atracción que se había generado entre ellos, y se besaron y entrelazaron de forma sumamente apasionada. En el momento en que estaban a punto de quitarse la ropa, irrumpieron en ese lugar el Duque y su guardia tomando prisionero al siervo, mientras la Duquesa le manifestaba a su esposo el infinito agradecimiento por llegarse a socorrerla de ese maldito malhechor, que la había raptado del palacio.

Al leer esta historia Noelia se indignó de gran forma y no podía entender la actitud de Juliana, que le pareció demasiado hipócrita y canalla, ya que ella en su lugar hubiera tomado una actitud muy diferente, decididamente se hubiera jugado por Ignacio. Luego de imaginar y realizar varias suposiciones al respecto, prosiguió indagando en el archivo, y encontró escrito, para su sorpresa que la Duquesa nunca más, ya pudo llegar a tener orgasmos, y que a su vez mantener relaciones con el Duque se le había vuelto, cada vez más torturante, pero que a pesar de ello nunca más se quitó el anillo de su dedo angular izquierdo.
Continuando con su ardua investigación, pero manteniendo un gran enfado para con Juliana, Noelia se encontró con otro manuscrito, que llegó a impactarle sumamente, y que a su vez pudo saber, que había sido escrito por un monje excomulgado:

“Alejada de la aldea, allá en el espeso bosque, y en una pequeña choza vivía ella refugiada de todos, desde hacía varios años. Débora tenía veinticinco años, y era muy bonita a pesar del descuido estético propio a su condición de soledad. Allí practicaba rituales mágicos, comía lagartijas y tomaba raras infusiones de hierbas, que juntaba del suelo del bosque.

Hacía ya un tiempo, cuando era aún adolescente, contrajo matrimonio con un joven de nombre Ignacio Cox, que fuera asesinado por la guardia del Duque. En ese momento, ella llevaba siete meses de embarazo, y luego cuando nació su bebé, se vino para este sitio intentando quizás protegerlo de las ruinas humanas.

Para su desdicha, una noche de invierno, un lobo asesinó a su bebé, y luego se lo devoró, tras haber entrado saltando por una ventana a la que abrió de un topetazo. Su dicha, se redujo hasta extremos impensables.

En esos tiempos, en la aldea próxima a la choza habitaba un joven bastante extraviado en cuanto al orden de sus pensamientos, que una vez confesó que en las noches de luna llena se transformaba en lobo, y salía a buscar carne humana para alimentarse. Los monjes de la abadía que se acercaron a él tras esa confesión, creían que el demonio lo poseía en sus ideas, pero nunca le dieron demasiada importancia, ya que nunca se pudo constatar nada en torno a ello. Creyeron que solamente se trataba de su acalorada imaginación.

Débora en su pequeño universo, parecía no necesitar a nadie, en tanto de humanos se tratase, ya que conversaba con los ratones y cantaba junto a los pájaros del bosque. Pero más que nada, se entretenía casi todo el tiempo ejercitando poderes extra humanos. Intentaba hipnotizar a las moscas, a las arañas y a los murciélagos, para luego hervirlos en una olla haciendo con ellos un caldo que mezclaba con hierbas aromáticas. Pretendía, bebiendo esos líquidos volverse invisible o volar sobre una escoba.

Una mañana tras beber uno de esos caldos mágicos empezó a sentir que su cuerpo se transformaba, que de su piel emergían infinidad de pelos, y que de su paladar brotaban muy afilados colmillos. En pocos instantes, se transformó en una loba, pero una loba en celo, con ardientes deseos sexuales, quizás intensificados de forma extrema, por los años que como mujer los había dejados de sentir, o tal vez reprimir.

Entonces salió ella corriendo hacia el bosque en búsqueda de saciar ese instinto, que le electrificaba toda su carne. Allí detrás de unos robles, encontró a un lobo con quien copularon ardientemente quedándose pegados varios minutos, tras haber llegado al orgasmo.

Por la tarde ya casi anocheciendo, volvió para su choza pero no pudo llegar hasta ella ya que un grupo de fanáticos fundamentalistas, la estaban incendiando. Uno de ellos decía a voz fuerte, que la cacería de brujas debía continuar, ya que luego de haber sido él exorcizado, iba a continuar luchando contra Satán hasta su último día de vida.

Débora en tanto, nunca más recobró su cuerpo de mujer, siguió siendo una loba, y tras unos meses nació de su vientre un pequeño lobezno.”

Noelia no sabía cuanto de verídico podía haber en este manuscrito pero lo cierto es que además de impresionarse bastante volvió a encontrar en él, el nombre de Cox, que súbitamente, le había producido un viraje a su investigación inicial, desde que lo descubrió en el retrato de aquel cuadernillo medieval.

………………………………………………………………..

Desde la cima de la colina vieron al viejo castillo, que estaba ubicado ahí abajo entre medio de los cipreses. Entonces, bajaron hasta llegar a la puerta del edificio que ellos sabían abandonado desde hacía muchos años. Siendo la media mañana dinamitaron el candado y lograron entrar.

El adentro estaba bastante prolijo a pesar de tantos años de soledad. Se tomaron entonces, la tarea de inspeccionar los cuartos, revisando armarios, deteniéndose a observar las pinturas colgadas en las paredes, y pareciendo querer encontrarse, con vaya saber qué. Estar situados en un lugar solamente conocido hasta el momento por fotografías, relatos literarios o cinematográficos, es probable que les haya generado esa curiosidad ansiosa.

Las mujeres del grupo se dedicaron a elegir y acondicionar las piezas destinadas a pernoctar, dándose el tiempo como para que no les caiga la noche encima. El resto se dedicó a revisar las conexiones eléctricas, de agua y de gas, constatando que todo estaba en estado óptimo. Solamente era necesario acoplar las redes del castillo al suministro general, y como buenos ocupantes que eran, sabían realizar enlaces ilegales a la perfección. Mientras se hacían todos estos trabajos, un pequeño grupo se acercó a la villa ubicada a cuatro kilómetros de ahí, para realizar la compra de comestibles, tabaco y otros varios, necesarios para la estancia en el castillo.

Una vez llegada la noche, se reunieron a cenar en la sala más grande del alcázar, lugar donde había una gran mesa de madera de roble, con forma que lidiaba entre lo circular y lo octogonal, haciendo un caluroso brindis para celebrar la meta alcanzada. Tras comer, se dirigieron a realizar la sobremesa sentándose en el piso de alfombra, haciendo rueda de mate, y balancear lo actuado hasta entonces. Tras evaluar positivamente, a pesar de algunos saldos autocríticos, uno de ellos desenfundó la guitarra y se pusieron a cantar temas de Silvio y de León Gieco, hasta que el sueño hacía que de a poco, vayan quedando cada vez menos. Al final el único que quedó despierto fue Ivo, líder indiscutido del grupo, debido tal vez a que por ser el más grande de edad, tenía una gran experiencia acumulada, habiendo sido parte en los 70, de una organización revolucionaria. Además de no tener en ese momento, ninguna mujer que lo obligue a acostarse, tenía la manía casi obsesiva de repensar todo lo discutido en los balances, intentando a partir de ahí, proyectar nuevas perspectivas.


Caminó entonces por lo laberíntico de los pasillos, hasta llegar a una parte aún no inspeccionada, cuando de pronto, se topó con un cuarto desde donde se fugaba una luz encendida, y sin vacilar entró allí. Su sorpresa fue muy grande, cuando un par de hermosos ojos verdes se clavaron sobre él. Una muchacha extremadamente bella, sentada ahí, sonriéndole dulcemente le preguntó de donde había salido él, mientras que Ivo obviando la interrogación le manifestó que para él, era una gran sorpresa encontrarse con alguien en aquel lugar. Ella se paró de su asiento de manera muy sensual, e Ivo dejándose llevar por un fuerte impulso, la tomó entre sus brazos y la besó. Ella lejos de ofrecer alguna resistencia se acopló inmediatamente a la iniciativa de él, mostrándose muy a gusto. Así fue que tras ese despertar de pasión, se arrojaran a la cama e hicieran el amor de una manera tan desinhibida, que pareciera que entre ellos ya se conocieran de mucho antes. Una vez concluido el acto sexual, ella le pidió que lo espere un momento, y él se quedó totalmente dormido. Cuando por la mañana Ivo despertó, ella no estaba ahí y fue entonces cuando le apareció una tremenda duda, el no saber muy bien, sí lo que había ocurrido no había sido más que un sueño, aunque las facciones de la joven le quedaron muy presentes en su memoria.

Durante toda la mañana, se encontró muy ensimismado con sus pensamientos y sus incertidumbres, haciendo que esto lo deje algo excluido de las tareas del grupo. Entonces, decidió ir a la villa, a realizar las compras para el día. Cuando comenzó a recorrer los comercios se detuvo ante la vidriera de una casa de fotografía, y para su sorpresa, entre las fotos en exposición reconoció la imagen de la bella mujer, que la noche anterior había estado con él. Sin pensarlo demasiado, Ivo se dirigió hacia el interior del local, y le preguntó al fotógrafo sí sabía quien era aquella del retrato. La respuesta fue la siguiente:

-Si Señor, Anabella fue la hija del Conde propietario del castillo, que cuando su padre decidió volver a Europa, ella tomó la decisión de suicidarse, porque se encontraba enamorada de estas tierras, y no quiso abandonarlas jamás. Algunos pobladores, aún dicen que a pesar de los aproximadamente treinta años de su deceso, ella se le aparece a algunos hombres que se acercan a estas tierras, cuando su alma intuye íntimas afinidades, pero sepa Usted, que esto no es más que un mito de la región…

A mediados del siglo pasado, recién enviudado y cansado de la vida que se daba la nobleza europea, el Conde Jansen de Princeton, decidió emigrar hacia el continente americano trayendo junto a sí a su pequeña y única hija. Jansen se resistía al hecho de que los miembros de toda su dinastía, formaran parte del Jet Set y que vayan tirando por la borda, todos los hábitos culturales propios a lo que para él fueron los tiempos dorados del medioevo, cosa que para él la nobleza no debía abandonar jamás. A pesar del siglo en el que le tocó vivir, él se sentía casi como un cruzado que consideraba que las guerras santas debían desplegarse en muchas más territorialidades que lo bélico mismo, y que por otro lado, aún mantenían una vigencia extrema. Además de haber sido un gran cultor de las artes militares, el Conde era un ferviente admirador de la creación estética privilegiando en primer lugar al arte gótico. Si bien era un cristiano acérrimo, también entraban dentro de sus intereses, ciertos rituales mágicos que rayaban con lo supersticioso. El consideraba que a partir de ser adoptado por la burguesía, el cristianismo fue vaciado de todos esos ingredientes, en tanto estos ya habían dejado de coincidir con la ciencia oficial y positiva. Llegado a estas tierras, Jansen hizo construir un imponente castillo feudal enclavado entre medio de unos cerros, que iban elevándose sobre la pampa húmeda, haciéndose a su vez, propietario de una gran cantidad de hectáreas de tierra, para vivir de la renta de ellas.

Cuando se afincaron en este lugar, Anabella tenía apenas cinco años y su padre pensaba que si hubiese sido criada en Europa, rodeada de la realeza, iba a terminar siendo una top model o la esposa de algún tenista, y ese pensamiento lo irritaba mucho más aún, ya que a su vez, este tampoco había sido el deseo de la madre de la niña. La pequeña en la medida que crecía, se tornaba cada vez más parecida a su antepasado familiar, la duquesa Juliana del siglo XIII, de la cual la familia conservaba un retrato hecho al óleo, por un pintor de aquella época. La niña fue creciendo y cultivándose en diferentes artes: la poesía, la música y también la escultura, siempre intentando aprehender lo mejor de las tradiciones familiares, de las cuales se convirtió en una fervorosa investigadora. Cuando descubrió el tremendo parecido con su antepasado Juliana, ella se interesó mucho por su historia, llegando a descubrir algunos ribetes de aquella, con los que no coincidía para nada, por ejemplo al descubrir la historia de la duquesa con Ignacio Cox, le pareció que lo más adecuado hubiese sido seguir el camino que le dictaban sus deseos, y no solamente haberse ocupado de los privilegios que le daba su condición social. Esta historia la llevó a tener una sensibilidad muy especial para con los humildes, y es por esto que cuando llegó a impresionarle de gran forma, todo lo relacionado con las artes del combate y la guerra, muy presentes en su pasado familiar, llegó a la conclusión de que las armas solamente debían empuñarse, a partir de una causa justa y sublime, de algo que beneficie éticamente a la humanidad, y que a su vez sea portador de un alto contenido estético, lamentando mucho el hecho de que las artes militares hayan sido solamente un privilegio masculino, ya que ella misma se sentía virtualmente como una gran guerrera. Todas estas ideas la llevaron también a rastrear las historias de Juana de Arco, Robin Hood y Guillermo Tell, relatos que llegaron a fascinarla de gran forma. Todas estas circunstancias sumadas al deseo paterno, de no ser una frívola y superficial muchacha, hicieron que construyera para sí un ideal de hombre a alcanzar de muy definidas características, pero teniendo muy en claro que más que ser un simple mortal, se trataba de una idea de hombre, que podía llegar a ser encarnada en mucho más que uno solo. Estas ideas siempre iban emparentadas con la historia de Juliana, casi intentando no equivocarse como aquella, y corregir los errores de este antepasado del siglo XIII, de quien si admiraba su inclinación estética expresada en el anillo que ella misma había diseñado.

Cuando Anabella comenzó sus estudios universitarios en Bellas Artes conoció a dos muchachos que le provocaron suma atracción, y alternativamente tuvo un romance con cada uno de ellos, sin desprenderse del otro. Sentía como que ellos encajaban en el modelo de hombre que ella tenía en su cabeza, y es por esto que no se privó de mantener relación con ambos, sintiendo que los dos le hacían muy bien. Con cada uno de ellos tenía la impresión de estar con ese ideal que ella fue construyendo desde su temprana adolescencia. Anabella estaba convencida de que ninguno de ellos siquiera sospechaba de esa relación ambigua, ya que en la Universidad, ellos no cursaban en el mismo horario. Ella pensaba que ni siquiera se conocían pero para su sorpresa un día llegaron los dos juntos a la cita estipulada para uno de ellos. Fue ahí donde le hicieron saber que los dos eran parte de un mismo grupo revolucionario, que practicaba la guerra de guerrillas con el objetivo de emancipar a la humanidad de la esclavitud y la opresión en la que estaban sumidas las grandes mayorías. Le comentaron también que entre ellos eran muy amigos y que hablando un día de sus cosas, descubrieron el hecho de que estaban compartiendo a la misma mujer, de la cual los dos estaban extremadamente fascinados, y que si bien no era el hecho de compartirla, algo que les resultara totalmente satisfactorio, sentían que era terriblemente difícil para ambos desprenderse de ella, y es por eso que decidieron mantener la relación a pesar de todo, ya que subjetivamente se sentían muy correspondidos. Cuando Anabella escuchó el relato se impresionó bastante y se sintió muy atraída por conocer mucho mas acerca del grupo del que formaban parte. Entonces, ellos le hablaron de los objetivos sin darle mucha información acerca del funcionamiento interno del mismo, pero aclarando que en él, había mujeres que cumplían las mismas funciones que los hombres. Escuchando esto, Anabella quedó totalmente impresionada, y les pidió ser parte de la organización. En el lapso de unos meses ella ya era parte del engranaje del grupo, destacándose por sus agudas observaciones y sus descollantes proposiciones. Su padre nunca se enteró de todo esto, sino luego de varios años cuando su hija siendo parte de un suntuoso operativo guerrillero fue asesinada por las balas del ejército.

El Conde Jansen de Princeton no pudiendo tolerar esta muerte, decidió abandonar el castillo para partir de regreso a Europa, dejando parte de sus riquezas al gobierno militar, para que silenciaran la muerte de su hija, haciendo pasar este hecho como el resultado de un suicidio, ya que la historia verdadera, creía el Conde: que lo comprometía de forma excesiva ante la nobleza europea. De todas formas, Jansen llegó a ver que la vida de su hija fue extremadamente mucho más digna, que la de la mayoría de sus sobrinas, que en Europa haciendo modelaje, mostraban la ropa de Gianni Versace o contraían matrimonio con algún empresario exitoso del espectáculo, o con el último ganador de Wimbledon o Forest Hill.

…………………………………………………….

Noelia a pesar de sus treinta y cuatro años mantenía una estampa muy juvenil y resultaba muy atractiva a los ojos de los hombres, pero a pesar de ello, tras ya unos cuantos años de divorciada, nunca le había impactado un hombre tanto como Cox, que para su desgracia era alguien de otros tiempos. Es por esta razón que más que ocuparse en conocer a alguien real, se puso devotamente a investigar esta historia del siglo XIII. Ya había revisado casi todos los archivos y por lo que pudo constatar debían existir muchos más que los que ella había inspeccionado. Es así como se decidió a visitar a varios miembros de la nobleza, para encontrar nuevos datos. De esta forma es como un día se llegó hasta el Conde Jansen de Princeton, que la recibió muy gustoso en tanto investigadora de cosas que para él tenían indiscutido valor. El Conde supo contestarle que él sabía de los materiales que a ella le faltaban, pero que el no podía facilitárselos en ese momento, ya que ellos habían quedado en el castillo que él había abandonado hace treinta años atrás, y que estaba situado en el cono sur americano, incluidos muchos retratos de sus antepasados familiares. De todas formas considerando la digna tarea de Noelia al respecto, el podía facilitarle un manojo de llaves del castillo y un plano de su ubicación, y de cómo llegar hasta él desde Buenos Aires, si ella estaba dispuesta a viajar hasta la Argentina. Noelia sin pensarlo demasiado, a los tres días estaba sobrevolando el Atlántico con destino austral.

Tras escuchar el relato del fotógrafo acerca de Anabella, Ivo se sintió tremendamente desconcertado y con algunos destellos de angustia. Bajó la vista y se retiró del comercio, depositando al salir nuevamente, la vista sobre la foto que estaba en la vidriera, casi como intentando captar todos los detalles de esa imagen, para que no se pierdan de sus pensamientos. Entonces, volvió caminando hacia el castillo llevando muy presente el rostro de Anabella, y sin saber porqué le vino a la memoria una joven con la cual hacía más de treinta años atrás, había estado hablando en una asamblea estudiantil, cuando él era un joven militante insurreccionalita, y de la cual siempre había mantenido un muy grato recuerdo. Había sido para él uno se esos momentos en que uno siente un flechazo, y deja pasar sin saber por qué la situación, quedando una espina clavada de por vida. De pronto se dio cuenta que no podía diferenciar a una de la otra, casi como que la imagen de Anabella se hubiera apoderado de aquella joven de la asamblea, pero conociendo algunos mecanismos del funcionamiento psíquico, creyó entender, que se había producido una condensación de imágenes, con el predominio de una de ellas, produciéndose simultáneamente el eclipsamiento de la otra. De todas formas no descartaba la posibilidad de que esa imagen del pasado, pudiera volver a su conciencia diferenciándose de la que en ese momento se mostraba como única. Imbuido del recuerdo de la noche anterior y por momentos también de aquel hecho de hace unas tres décadas, Ivo estaba llegando al castillo cuando se encontró que una mujer sumamente atractiva bajaba de un taxi, y poniendo los pies sobre la calle se paraba a contemplar lo imponente de la edificación.


Noelia contemplaba el castillo del Conde de Princeton asombrándose por los detalles de una construcción de tipo feudal, realizada en el mismo siglo de su nacimiento, y a su vez por la textura tan inusual de algo de ese estilo, en una tierra no caracterizada por este tipo de edificaciones, cuando vio que alguien se le estaba acercando. Ivo al ver a Noelia se sorprendió bastante por una presencia inesperada en el lugar, y casi como intentando preguntarle de quien se trataba, se acercó saludándola amigablemente. Ella, le devolvió el saludo y aprovechó la situación para realizar algunas preguntas, obteniendo la respuesta de que efectivamente se trataba del castillo que ella estaba buscando, pero que en este momento estaba habitado, sin recibir demasiada explicación al respecto. Noelia entonces le explicó la razón de su visita, y él le expresó que si se trataba de esa tarea, no iba a tener ningún problema al menos para él, en ser hospedada en el lugar para llevarla adelante, manifestándole que podía contar con su ayuda en lo que necesitase. Daba la plena sensación que tanto para uno como par el otro, se habían caído muy bien. Entonces, Ivo la invitó a pasar y la presentó ante el resto de los ocupantes, para luego ofrecerle un sitio donde ponerse cómoda para que lo espere hasta que pueda hablar con el resto sobre el motivo de su presencia. Pasada una hora Ivo volvió al lugar donde se encontraba Noelia e invitándola a pasar a la biblioteca, donde preparó un poco de café, y luego de servirlo comenzó manifestándole que luego de haber hecho una asamblea, con el resto de sus compañeros resolvieron que si ella no tenía ningún problema en compartir con un grupo de las características que le iba a señalar, podía quedarse en el sitio con ellos, y desarrollar su tarea tranquilamente. Pasó entonces a contar que ellos eran una asociación que se movía por la recuperación de espacios improductivos para darles una nueva funcionalidad. Así como ellos estaban en este castillo, que sabían abandonado, otros miembros del mismo grupo estaban recuperando fábricas cerradas, espacios públicos descuidados, terrenos abandonados y otros tipos de edificaciones para luego ahí generar actividades tanto laborales, como culturales, o sociales que beneficien a la comunidad. Noelia escuchaba muy atentamente a este hombre misterioso que la empezaba a asombrar sobremanera, y mucho más aún con lo que le estaba relatando, que en ese momento, era la idea que tenían acerca de que hacer con la construcción, en la que estaban en ese momento. Ivo le pidió luego su aprobación a quedarse, y si fuera un si, que le cuente un poco sobre su investigación. Noelia no vaciló en dar su afirmativa, sintiéndose ya casi una huésped de lujo, para luego arrancar hablando de la distribución de la tierra en el modo de producción feudal, y particularmente de las tierras en la comarca, donde se hallaba el castillo del duque de Bluesting. Le causó un poco de vergüenza hablar de que luego de descubrir la historia de Ignacio Cox y la duquesa Juliana, su labor se había desviado bastante. Luego de hablar bastante sobre el tema, Ivo acompañó a Noelia hasta la habitación que ella iba a ocupar y le indicó los horarios en que se servía la comida. A su vez le manifestó mientras caminaban hasta la pieza, que él también era un científico en el área social y que con mucho gusto podía contar con su colaboración. Sin darse cuenta, el ocupante del castillo, estaba necesitando ocupar también el tiempo de Noelia, y ella sin darse demasiada cuenta fue aceptándolo así requiriendo cada vez más de él.

Fue de esta forma como pasaron a compartir largos ratos hablando no solamente de sus proyectos, sino también de sus vidas personales. Uno y otro cada vez se sentía más atraído por el otro, y necesitado de compartir mucho más tiempo, pero había entre ellos un extraño respeto, o tal vez inseguridad, o timidez, o tal vez considerar al otro como muy importante, cosa que les impedía profundizar mucho más la relación. Pasado varios meses de largas charlas Ivo le manifestó todo lo placentero que le resultaba estar con ella, y Noelia a su vez no pudo disimular el agrado que le daban las palabras que escuchaba, cuando sintió que él la tomaba de la mano para luego besarla muy tiernamente, entregándose ella de forma muy cariñosa.

Hacía ya tiempo que Ignacio Cox, Anabella o Juliana, habían quedado casi en el olvido de ellos. De hecho, Noelia revisaba para entonces, casi exclusivamente los archivos históricos referidos a la tierra, habiendo quedado aquel desvío de su investigación inicial, en un impasse significativo. Por lo pronto, Ivo ya casi ni recordaba la primera noche en el castillo. Tal vez la demora en concretar esto, tuvo mucho que ver con el hecho de ir decantando de a poco, aquellas imágenes de las que eran presas.

En el instante que se quitaron la ropa para hacer el amor, fue cuando irrumpieron junto al creciente apasionamiento, aquellos fantasmas que quizás nunca los dejaron de habitar. De pronto, ella vio en Ivo a Ignacio, sintiéndose Juliana, y él vio en Noelia a Anabella, haciendo ambos el amor de forma extremadamente pasional y quizás pensando que el otro no se percataba, que en ese lecho había mucho más que dos.

Ivo y Noelia cada vez se necesitaron mucho más, y ya ninguno pudo vivir sin el otro, aunque nunca llegaron a revelarse sus fantasías, a pesar de hablar entre ellos, de casi todo. De todas formas es probable que cada uno, sin saberlo sepa de la fantasía del otro, ya que es en ese lugar de desconocimiento, donde desde el inicio, se sostuvo este apasionante idilio.


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