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K en el Castillo
prosa [ ]

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por [Jesús Ademir ]

2008-01-04  |     | 



Había pasado tanto tiempo, desde que K intentaba tramitar ese asunto en el Castillo infructuosamente, que un día comenzó a sospechar que el tiempo mismo estaba en contra del éxito de su tentativa. Desconfiado desde entonces, llevaba siempre consigo un martillo, y cada que un reloj suyo perdía la hora, K lo hacía añicos sin titubeos. Un día, luego de innumerables golpes, se dio accidentalmente en la mano. Y entonces K cayó al suelo, desmoronado en fina arena.

***

Siempre que K buscaba arribar al Castillo, este parecía retroceder sin explicación alguna. Entonces K pensó que si se dirigía hacia cualquier otra parte, menos allí, tarde o temprano llegaría hasta el, sin buscarlo. Sin embargo, luego de fatigosos recorridos que le consumieron la vida, en el último respiro, el errabundo K se percató de que el Castillo era quien había estado persiguiéndolo a él. Y ahora finalmente quizá lo había alcanzado por fin. Pero K esto ya no alcanzó a comprobarlo.

***

K dejo a su novia Frieda al cuidado de su par de jóvenes asistentes, a fin de movilizarse lo más ágilmente posible y por fin tramitar su ingreso al Castillo. Pero tras múltiples frustrados intentos K, cansado y lleno de impotencia, renunció a ello, ansiando volver al hogar a los brazos de Frieda. Cuando llegó a casa sólo halló una nota: La joven había escapado para siempre. No quería ser buscada. Frieda era feliz ahora, con los asistentes, en lo más profundo del Castillo.

***

Cuando K golpeaba el portón del Castillo para que lo dejaran entrar, siempre escuchaba que abrían, sí, pero la puerta posterior. Cuando iba hacía allí, la encontraba cerrada. Pensó entonces cambiar de estrategia y llamaba primero a esa puerta accesoria. Pero era ahora la principal la que se abría. Entonces K desesperado, se arriesgo a tocar una de las puertas y correr lo más rápido posible a la otra, tocar allí y regresar de nuevo hasta lograr su objetivo. Tanto lo intentó y tan fútilmente, que en uno de esos recorridos cayó al suelo, rendido. Entonces escuchó, como alguien con su voz agradecía en la puerta en donde no estaba, y pasaba dentro del Castillo. Estupefacto, se arrastró hacía allí. No había nadie.


***

K un día, luego de su trabajoso empeño, por fin entró al inmenso edificio. Nadie le impidió el paso. Nadie le puso obstáculo alguno ya. Nadie le obligó realizar largas esperas, ni a presentar documentos imposibles. Nadie le cerró las puertas. Porque el Castillo estaba vacío por completo. K no supo que pensar de esto. Y no lo hizo, porque el viento cerró las puertas del edificio abandonado y ya nunca volvieron a abrirse.

***

Cuando K logró por fin su objetivo y llegó hasta el Castillo, no quiso ir más adelante. Se acostó a dormir de tan fatigado que estaba. Entonces Franz despertó. ¿Tú ya llegaste?


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