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prosa [ ]

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por [Stallion ]

2006-07-18  |     | 





Cuando paseamos por el barrio aquella tarde de verano tal como lo acostumbrábamos, nos sorprendió algo nuevo en el panorama. Cerca de la casa de las tres Marías; ellas eran unas señoronas viejas y arrugadas que olían a tabaco y que por esas casualidades de la vida habían terminado viviendo juntas y comiendo de un mismo plato. Una nueva familia había elegido mudarse a nuestro vecindario; yo y los otros muchachos nos paramos frente a los nuevos socios de la cuadra. Una tía de unas cuarenta velas se arreglaba apresuradamente el maquillaje, mientras una chiquilla algo adelantada terminaba de sacar algunas cajas de la camioneta de mudanzas; no traían muchas cosas...

El despertar a la vida es algo así como el salir de un sueño profundo; uno abre lentamente los ojos y a veces no quiere saber que vendrá y entonces llora o pretende seguir durmiendo; luego de tomar un poco de aire la situación se tranquiliza y se puede ver con mayor claridad el nuevo día.

Me acerque a paso pausado algo inquieto, pero sin vacilación y con algo de galantería me presente; los otros seguían mis movimientos con ojos saltones y expectantes.
Bienvenidas señoritas al barrio más hogareño de la ciudad –dije-, ellas me miraron atónitas; parecía que venían de un lugar algo salvaje, donde ciertas formulas sociales fracasan día a día.
Me llamo... y vivo en esta parte de la ciudad desde que nací, es un lugar muy apacible y estoy seguro que se sentirán, si aun no lo hacen como en casa. Ellas seguían inmutables, hasta que la menor con un tono ligero y algo infantil dijo:
-Hola yo soy Aurelia y ella es mi madre Amanda, venimos de la villa sur y..
Oye hija – dijo la mayor interrumpiéndola-sigue sacando las ultimas cosas, que el chofer tiene que continuar con su trabajo.
El hombre que manejaba la camioneta era chato, calvo y nos miraba impaciente con el ceño fruncido.
José no te apures, tu sabes como son las adolescentes -increpó Amanda- en un tono que resultaba algo familiar.
Él es mi primo- me dijo-mientras sus ojos recorrían mi ser de pies a cabeza; sabes una cosa viéndote bien podrías ser mi hijo; después de decir esto lanzo una estruendosa carcajada.

Al ir creciendo uno va pasando por varias etapas, muchas veces estas mismas encierran demasiadas encrucijadas. Imagínate a ti mismo en una intersección de doce caminos, dime ¿cuál elegirías? Si sabes que cada uno puede llevarte a un lugar mas que distinto.

Paso un buen tiempo y mis primas llegaron de la capital; Ernesto un buen amigo mío se enamoro perdidamente de la mayor de ellas, fue ese sutil toque que comúnmente llamamos amor a primera vista o flechazo mortal, pero que en realidad no es mas que una simple y a veces exacerbada química sexual. Roxana, tenia el pelo negro, la mirada vivaz, en fin era la más alegre y juguetona; pronto se hizo muy amiga de Aurelia; la cosa es que empezamos a salir los cuatro después de las clases; como Ernesto y yo estudiábamos juntos, nos reuníamos e íbamos a aquella especie de cantina donde desembocaban todos aquellos estudiantes beodos que gustan saciar su sed con una buena cerveza y una interesante tertulia.

Todos los días parecían ser los mismos para esa infatigable pareja que había unido sus vidas en aras de un sueño algo perdido en el tiempo y en las desavenencias humanas.
Se conocieron por casualidad; ella saliendo de un almacén tropezó cayendo a sus pies y él sin demora se rindió ante su fragilidad; al poco tiempo se casaron y engendraron tres hijos Anselmo, Jesús y Rubén...

¡Hey muchacho!,Una cerveza más-Increpé en tono tajante-Sabes Ernesto que si no le hablas fuerte a este chino engorilado, tienes todas las de perder. Aurelia- profirió un grito agudo-¡que sean dos más!, que más vale tener el pan asegurado.
La vida en esa época transcurría rápidamente; nada le preocupaba a nadie. Ernesto se deleitaba fumando esos cigarrillos cargados con mucha ganya; lo suyo era mas que un circulo vicioso, le echaba ansiosamente y no lo soltaba; algo así como si fuera pinga, -decían los demás muchachos del barrio- y luego se culpaba a sí mismo por fumar; recordando su infancia cuando su padre el coronel lo encontró a los diez años en el baño masturbándose y soplando casi un kilo en carrera china; fue bajo esas circunstancias como lo llevo con los curas de la parroquia, ¡Para que exorcicen a este “muñeco fumón”! –les dijo- ¡ Quiero que me lo corrijan! -gritó a los fieles de Dios- quienes lo torturaron en demasía; ya que el castigo, la culpa y la fuerza eran los métodos que aplicaban estos hombres para liberar a cualquiera de los vicios que aprisionan la mente, el cuerpo y el espíritu.
Me hace mal fumar – dijo de pronto Ernesto-pero...
Cierra esa estúpida bocaza, siempre es la misma huevada - le contestó Roxana- tomate un par de vasos al vuelo y deja de hablar.
Por algo Roxy era de la capital, allá en Chicago chico no se entraba en huevadas, era blanco o negro, nada de medias tintas.

Anselmo, el mayor de los tres hijos, tenia un carácter irascible; al parecer le molestaba el hecho de haber nacido; se deleitaba maltratando a sus hermanos y primas menores; todos vivían en una vieja casona de sillar.. El padre trabajaba arduamente en la notaria del señor F.. Trayendo el pan al hogar día a día; su metodismo era algo exacerbado salía de la casa faltando cinco minutos para las ocho y regresaba a las siete y cinco, ese detalle jamás cambió.

Como les decía- dijo Roxana – este es un pedazo de huevón; a mi barrio llegan los más malos y si se percatan de esta clase de indecisiones son capaces hasta de colgarte de los cojones; decía esto mientras le deslizaba la mano a Ernesto por debajo de la mesa y a éste se le ponía la cara de tomate.
Yo y Aurelia si que fuimos rápidos en la cuestión, al segundo día de su llegada ya cabalgábamos como en el lejano oeste; si que ella era una yegua hecha para estos trajines, nunca reparamos en los escenarios, mi casa, la suya, el parque, un baño; en sí era el sexo salvaje el que nos unía.

Después de algunos años ciertos sujetos de apariencia perdida se encuentran con la vacuidad de su camino, algunos se trastornan y se hunden en su necedad; se lamentan y esperan postrados, como monomanos consagrados observando su embrollo y blasfemando contra ellos mismos y sus más cercanos. Otros por el contrario se deleitan de su error, porque cualquier particularidad en su viaje los ha nutrido con cierta sabiduría y su regreso será glorioso, ya que ningún titubeo los llevara a volver a errar y la integridad los guiará por una senda de probidad.

Jesús nació un 25 de diciembre, de ahí el nombre del Mesías; él era un niño callado que prefería pasársela en la calle jugando a las bolas con sus pocos amigos. Su madre Carmen trataba de cualquier forma de disgregarlo del grupo; según ella Jesús no pertenecía a la clase social de sus amigos. Carmen había nacido en un hogar pobre, donde su madre y su abuela soñaron con una aristocracia que nunca existió; la ingravidez de estos pensamientos, las había hecho caer en esta falacia, de la que Carmen nunca escapó.
Ya sabes pequeño Jesús, enaltece el honor de tu familia, loa tu linaje- le decía- y entra a la casa que hoy como castigo comerás con los empleados...

La vida transcurría como siempre, pero un día ocurrió algo extraño; yo y Juan vimos llegar a Amanda acompañada de un zambo cincuentón que tenia entre sus manos una botella de ron de cuarenta y seis grados-por cierto a Juan le decían Lince- Amanda llevaba puestas unas botas negras hasta la rodilla, panties atigradas, una minifalda demasiado subida de tono y una blusa de escote rojo. Yo como siempre inocente para ciertas cosillas que suceden me sorprendí. -Puta madre, que raro- exclamé.
Eres ciego-respondió Lince – ya casi media cuadra sabe que es una marocasa de aquellas y que deambula pa’ concha aquí no ma’ a tres cuadras por el barrio de los turcos. Bueno Lince, me voy a jatear- respondí- y me retire silbando una milonga. Pensé en ese momento que se trataba de una injuria por parte de Lince, ya que la única a la que él veía era a la manuela y en el mejor de los casos a su almohada.
Pero un día cualquiera después de algún tiempo nada razonable la duda entro en mi cabeza y me pico como un moscardón hambriento, así que por la noche salí con Ernesto a investigar el asunto; él en su noia pensó que íbamos a lanzar y se puso a sudar en frío. Tranquilo hermanito -le dije- nadie te va a atrapar; fue así como llegamos a la primera esquina de la calle de los turcos, nos acercamos por la parte donde se encontraban las nocturnas esperando siempre ansiosas y algo desenfrenadas o valga el termino desenfadadas; y la vimos, indiscutiblemente era Amanda; al percatarse de nosotros se acerco muy tranquila y nos dijo:
-Muchachos, en esta época lo decoroso no interesa, lo disoluto si que trae dividendos, Aurelia no lo sabe, la pobre cree que trabajo en la barra de “ La Mexicana “. Ya sé a quien ha salido la hijita –pensé-, con esa escuelaza cualquiera.
No se preocupe señora linda –respondí de inmediato- es inmenso el sacrificio que usted hace por mantener su hogar; mi boca será una tumba.
Ernesto como siempre se encontraba en otro nivel y no se daba cuenta de nada. Ella me guiñó un ojo y exclamó haciendo un gesto de gusto ¡cuando quieras te ordeño torete!..

Rubén, el Benjamín de la familia, era un muchacho muy extraño, no salía de casa para nada, prefería pasársela acompañando a su madre en los pocos quehaceres, viendo la televisión o escuchando la radio. Rubén tenia un parecido excepcional con el padre de su madre; abuelo que solo conocería por medio de fotografías gastadas por el tiempo; éste falleció cuando Carmen tenía apenas trece años; por esta razón Rubén era el preferido por ella y él mas molestado y repudiado por Anselmo, que haciendo comparaciones absurdas pretendía siempre burlarse de él.

En el devenir existencial ¿qué es más importante el fondo o
la forma? Algunos creen que una buena forma por ende trae consigo un buen fondo, otros anuncian que el fondo moldea a su gusto a la forma o sea que un mal fondo trae consigo a una pésima forma y viceversa. ¿ Se han puesto a pensar en el grado de importancia que tiene el ángulo en el que miramos a las formas y en que los niveles de sensibilidad y entendimiento hacia los fondos varían considerablemente de un sujeto a otro?...

Al regresar de la cuadra de los turcos, Ernesto prendió uno de sus acostumbrados cigarrillos y se puso a fumar entre unos faroles, yo tenia en mente otra cosa así es que decidí despistarlo, cuidado –le dije- parece que la parca anda haciendo batidas así que mejor arranquémonos por separado y por si las huevas vota la pava y camufla la grifa en ese jardín porque tu olor es ya de por si evidente, así lo hizo, me dijo adiós y se quito a la cuenta de tres. Yo voltee la esquina haciendo la fintasa que me iba a mi casa, pero por la otra cuadra regrese al barrio de los turcos, en ese rato pensaba en la frase final de Amanda, no sé porque, pero la excitación corroía ya mi cerebro; entonces por el arte de la magia del destino o el de la proximidad evidente, apareció Amanda y me dijo: Hey muchacho tú si que no esperas, parece que mi hija no te vacía los porongos como es debido; así que yo, valga la modestia ¡sí que te voy a poner en hora!. Me jalo de un brazo y muy pronto nos encontramos en el famoso hotel de la esquina, “ El Matador” nos metimos raudamente al cuarto y que más decir; polvo tras polvo algo así como cuando hay ventarrón, lo cual me dejo exhausto y satisfecho.
Querido si que me gusta este juego – me dijo Amanda en un tono sarcástico- el saber que te acuestas con mi hija me excita en demasía y ahora dime ¿ quien se mueve mejor?. Bueno Preciosura-le respondí- esa es una pregunta muy difícil de contestar y lo único que te puedo decir es que “de tal palo tal astilla”.
Al otro día me encontré con Ernesto en la clase, oye y ¿Qué paso ayer?- me pregunto en un tono asustadísimo. Sabes compadre –le respondí- justo volteo mi esquina y aparece la parca y toda la nota que ya conocemos; de la que te libraste; buen olfato el mío ¿ no crees?
Puta que si –me respondió- por que si no me cagaba, imagínate que si mi viejo se entera, de hecho que me usa como piñata de mercado.
Terminando las clases me fui a buscar a Aurelia, ya que había quedado con ella en salir al cine. Toque la puerta y me recibió Amanda; adelante hijo mío – me dijo- mientras pasaba su lengua muy sutilmente por encima de sus labios, siéntate que Aurelia no tardara en salir.


Así pasó un buen tiempo y yo me sentí el hombre de la casa dominando a dos mujeres, siendo el sueño y el deleite de ambas; en sí era la consagración de lo que yo quería ser.
Por esas épocas se nos vino encima una gran huelga estudiantil, una mas de las tantas a las que ya estábamos acostumbrados, la facultad se paralizó y sucedieron ciertas cosillas extrañas en el barrio, o tal vez sería que nuestros ojos andaban más inquietos que nunca, mirando ansiosos y algo lujuriosos pero siempre certeros.

Una vida ideal para la familia modelo, un nivel alto; de un pequeño cuarto a una gran casa Anselmo, Jesús y Rubén eran ahora los querubines, los reyezuelos sin trono en un reino de humo; primero los mejores colegios, luego las mejores universidades, pero algo faltaba para que esa ensoñación se plasmara en una realidad tangible.

La cosa empezó cuando Keny un buen amigo nuestro se vio afectado por la exacerbación morbosa de los celos; resulta que él tenia una mujer a la cual decía querer, siempre que lo encontrábamos nos decía:
“Muchachos algún día cambiarán, dejarán de merodear la esquina, cual hienas hambrientas y encontrarán el amor, la vida en sí es maravillosa; su alma gemela sin duda anda por ahí en algún lugar esperándolos”.
Su hembra era conocida en el barrio como la gata, tenía las uñas pintadas siempre de negro, maullaba y arañaba que daba miedo; en la época en la que conoció a Keny, él había heredado un dinerito de una tía abuela fallecida en la sierra. Ella recontra convenida le pintó el arco y él como era principiante sin querer anotó; resultado inmediato: se casaron con apuro y sin invitados; la cosa es que la gata al ver que el dinero se les escurría, dejó de lado a Keny y empezó a hacer de las suyas la muy diabla; en el barrio era ya la comidilla habitual de todos los afectados por el sol y el tedio. Ernesto y yo fuimos testigos de la metamorfosis por la que paso Keny; el día inevitable llegó, él la reconoció en otro barrio, para colmo pintada como si fuera fachada en fiestas patrias y rematándola con un gringuito pitucón. El hombre por el momento guardó su orgullo, pero nadie es de acero y a los dos días se puso a tomar sin control alguno, nosotros lo acompañamos tres días en ese angustioso errar, preso absoluto de la decepción más desgarradora.
Muchachos no puede ser ella, tal vez fue algo que soñé- decía esto mientras empinaba el codo, -No tiene que ser ella, tan virgen, tan casta, ella es como el pétalo de una flor – exclamaba-. Virgen solo en tus sueños-pensaba yo-; Ernesto nos miraba mientras se secaba las lágrimas, para él todo este rollo era como el de estar de protagonista en una de esas telelloronas mexicanas.
Oye Keny- le dije, -Las mujeres abundan; decía esto mientras pensaba en Aurelia y Amanda, dos variantes de una misma esencia; agarra y consíguete otra hembrita, eres apuesto y guapetón, el mundo no tiene porque acabarse, por último compadrito, un clavo saca otro clavo o sino que sea un remache.
¡Salud!, Quiero morir, beber y morir, -decía Keny- era penoso verlo en esa reiterativa acción, pero lo que pasó luego lo supimos por varias fuentes; que Keny se fue de largo libando un alcohol pendenciero por dos semanas, que se encontró con un compadre de la sierra, el cual le dijo que lo que ella había hecho era una gravísima afrenta, y que solo había una forma de hacerla pagar, que lo vieron con un chato cojo, tomando cañazo a las doce del día y jugando a los naipes. Lo que vino después cambió el color de los días, que Keny consiguió un fierro en la cachina de San José, que se caminó toda la cuadra de la vieja quinta con el arma a tope, que irrumpió bestializado en la casa de su amor, que luego de apuntarle firmemente al corazón disparó, ¡Mía o muerta! gritó, que los vecinos se abalanzaron sobre él.

Uno nunca sabe que tan irónica puede ser la vida, por más vehemente que uno sea siempre se está jugando con lo aleatorio. Hay gente que ha vivido muchos años sin saber por qué, prácticamente han subsistido como parásitos; por el contrario otros en un día han logrado más que los primeros en cien.

La muerte rondó el barrio, Keny dejó huérfana a su pequeña hija, y para colmo lo condenaron a ocho años de prisión, este hecho fue el primero de una larga serie de sucesos que de alguna misteriosa forma se dieron consecutivos.
Mi relación con Aurelia, se volvió menos frecuente, a veces me invitaba a su casa a tomar algo, y extrañamente percibía en ella y en Amanda algo de complicidad, yo disimulaba y les decía: Ustedes dos sí que parecen hermanitas; ellas se miraban a los ojos y sonreían, yo permanecía perplejo, hasta que todo se sabe, todo resbala, gotea o simplemente cae. Amanda y Aurelia, hacían de las suyas en la calle de los turcos; en fin, cada uno escoge su destino; la cosa es que ambas eran reconocidas por el servicio doble que prestaban e irónicamente se hacían pasar por hermanitas, valga la duda, pronto mejoraron su casa, TV nuevo, microondas, y todos los artículos que mejoran vanamente la vida familiar.

Por esos días llegó al barrio un tío de Ernesto, precisamente se trataba del hermano menor del Coronel, la viva antítesis de éste. Su gracia era Jonás y se supo que huyó de casa a los diecisiete, luego se consiguió una viuda cincuentona y con billete, la reventó sin compasión, se llenó de lana y se quitó a Chile donde se hizo pasar por un gran empresario vitivinícola. Decía ser un enólogo consumado; a mi punto de vista en el arte de catar sí que nadie lo ganaba.
Oigan muchachos, podemos ser grandes aún, -decía- “al César lo que es del César”, “los últimos serán los primeros”; esas eran sus frases, las muletillas que lo mantenían en pie. El punto es que se alquiló una casita cerca de las tres Marías y se dedicó a preparar ciertas bebidas espirituosas en base a mosto sagrado, al menos eso era lo que él decía. Nosotros, al no tener nada que hacer decidimos ganar algún dinero ayudándolo a entregar sus pedidos. Al comienzo todo iba bien, recorríamos toda la ciudad ofreciendo el bendito licor, pero luego la cosa empezó a rayar, Jonás se dedicó a chupar como un perseguido, no sé porque, serian tal vez los demonios del pasado que lo atormentaban. Un día llegó ebrio y se puso a miccionar sobre Ernesto, que dormía placidamente y con buena compañía. La cosa estaba a más no poder, él lo arreglaba todo pidiendo perdón y llevando unos ramos a la virgen de la Asunción, “al pan, pan y al vino, vino” -decía- tenía un cuadro especial al cual él adoraba y le rendía un extraño culto; este era “El milagro del vino”; en el cual se representa a Cristo echando un racimo de uvas en una pequeña vasija de barro. Yo hago el vino –decía-, así que vosotros traedme el pan; la cosa no duró mucho, vino, hembras, nos trajimos media calle de los turcos, las marocas lo vivieron, se lo devoraron entero y solo escupieron el espinazo, nosotros no nos movíamos por esa inercia existencial que nos retenía allí, ojos rojos, estómagos fatigados y hambrientos; hasta que todo reventó, Jonás no tenía ni para un cigarrillo, la dueña de la casa le confiscó los toneles y él se largó con su querido cuadro bajo el brazo y sin pagar un centavo.
Esta casa sí que está maldita todo lo salado me lo he comido yo, -decía- esta vieja de mierda debería pagarme por haber purificado este recinto infecto, donde ni las ratas logran sobrevivir, pero recuerden muchachos “los últimos siempre serán los primeros”.

Anselmo en su clase era uno de los últimos, pagaba a los amigos para que den los exámenes por él, en sí era un niñito de papá, mucho consentimiento y poca correa; a esa edad esto último era ya imposible, lamentablemente a su padre le faltó el brazo duro para poder corregir a semejante ladilla. Jesús cambió la mamadera por la copa, -viva el ron- gritaba en los bares más malogrados; lo suyo era algo así como demostrar una hombría hipotética en los antros más sinuosos. Rubén era todo lo contrario, apegado a su madre y de la mano de la misma, pasó a tiempo por la universidad, mientras sus hermanos se quedaban rezagados en los claustros tan solo esperando.

Las cosas cambian de colores y el tiempo se encarga de darles esos matices que las hacen más profundas; su cadencia se hace más pausada, de joven uno corre y corre, muchas veces como un perseguido sin saber a donde, sin pensar en donde pisas y suponiendo que eres el único, el panorama pasa desapercibido; y tú aún sigues corriendo.

La nota se puso sostenida, ya que Aurelia y yo y la plata que ganaba; el cuento de la maroca ya era conocido, la cuadra decía que yo era el caficho de las dos, en fin; la gente habla a veces solo porque tiene boca. Luego de ganar el pan con el sudor de su frente por no decir el de otra cosa me decía: Oye... ¿Qué tal si salimos por los bares a hacer una gira local?, Yo sin pensar respondía: encantado Aurelia, cómo podría rechazar una invitación tan sugestiva y tan tuya. Algunas veces Ernesto nos acompañaba. Un día en el que estábamos en “La Encantada”, un bar cercano a la plaza de las Mercedes nos encontramos de repente filosofando sobre el significado de nuestro actuar, recuerdo que era tarde, habíamos bebido ya unas cuantas cervezas; unos borrachos en la mesa de enfrente, entonaban el himno nacional.
Saben –dijo Aurelia- muchas veces me siento cansada y la calle tan solo se convierte en un espejismo, los autos pasan rápidamente y la gente te mira ansiosa y tú solo ves rostros cansados dentro de almas mutiladas por el hambre y la confusión. ¡Salud muchachos!. Tomó el elixir y se echó a llorar, las lágrimas se deslizaban suavemente por su blanco y terso rostro, luego caían estrepitosamente produciendo un sonido indescriptible y se mezclaban afanosamente con la cerveza convirtiéndose en un solo elixir, mientras las moscas recorrían el lugar. Ernesto como siempre absorto en sus cavilaciones acotó –todos quieren ser diferentes, nadie se acepta tal como es, esto es tan solo un mundo de máscaras y de precios, de velos y de espejismos… Bueno lo que pasa –le interrumpí- es que el hombre aquí o allá tan solo tiene miedo y por ende se aferra a lo que palpa o ve; queremos ser libres y todo lo que tú quieras, pero realmente no es así, las cadenas que nos oprimen son tan sutiles que no se dejan ver por la mayoría…
En eso nos interrumpió Jimmy, - él era un patita de barrio que se dedicó a timbear- saben dijo –este país es como una sopa pa’ pobre, mucho caldo y nada de carne, en el mejor de los casos huesito compadre y nada más; les voy a decir una cosa –decía esto mientras se sentaba a nuestra mesa y se servía un vaso lleno- ustedes deberían quitarse
¿Quitarse qué, los calzoncillos?, -dijo Ernesto- No, hermanito, irse de aquí, safar culo como se entiende, viajar, emigrar; si alguien o algo tiene un pasado incierto díganme qué se puede esperar de su futuro.
No es para tanto –dije- basta que la semilla exista para que la posibilidad de una flor se haga realidad.
¿Pero que hay del agua y de la fertilidad del suelo?, -dijo Jimmy-,
Las flores en el desierto son una posibilidad –acoté- Jimmy respondió- pero tarde o temprano se marchitan y mueren, generalmente sin dejar muestras de que alguna vez han existido, ustedes son solo pasajeros en un tren fantasma.
Aurelia se servía a más no poder, -en eso le dijo- Tú que hablas de fantasmas si solo eres un perdedor día a día paras por los bares de mesa en mesa como mosca sedienta. Hey niña –respondió Jimmy- te perdono porque aún eres muy joven y no sabes lo que dices, ni lo que haces, recuerdo cuando tenía tu edad y me embarqué hacia Europa, que diferencia lozano y enérgico, ahora solo soy una sombra de lo que alguna vez fui; solía pasarme tardes enteras en un parque contemplando una flor o resolviendo un absurdo crucigrama, díganme ¿ustedes acaso viven?. Nadie le respondió; entonces nos miró receloso, se mordió las uñas y se fue con la mirada perdida.
La verdad sobre Jimmy era bastante conocida, hijo de una familia venida a menos dilapidó todo su capital en el juego y en las drogas, nunca se le conoció mujer alguna y los de siempre decían que su afición eran los invertidos cincuentona y tan solo para poder sobrevivir, en fin, parte de la rueda.
Esa misma noche bastante bebidos y eufóricos, nos separamos de Ernesto en la puerta del bar, Aurelia y yo bajamos por la calle de las Mercedes; de pronto me sujetó fuertemente del brazo y me dijo: Oye, sabes muy bien lo que hago y aun así estás conmigo; dime ¿por qué?.
Hum – le respondí- Parece ser que considero más al espíritu que al cuerpo, porque éste no es mas que la vana envoltura que aprisiona a nuestras almas. La verdad es que ni yo mismo me lo había preguntado antes. Ese día y los subsiguientes me vi afectado por una satiriasis pasajera, parece que se trataba tan solo de una cuestión nerviosa, la cosa es que no solté a Aurelia, fueron tres días y tres noches, alquilamos un cuartito de hotel en el centro y nos encerramos con bastante vino, encanto y mucha pasión; al final de la jornada terminé con el músculo bastante hinchado y su contraparte estaba que echaba humo.

Anselmo el mayor nunca terminó la universidad, se dedicó a vicios mayores, y valga la redundante ironía se casó con una enfermera llamada Esperanza; con el tiempo su juego y su vida consistieron en hacer grandes proyectos inimaginables, se pasaba casi todo el día yendo y viniendo, llevaba siempre planos y demás artificios y decía andar muy ocupado; A veces era antropólogo, otras ingeniero, también solía jugar a ser abogado, gerente de una gran empresa, líder agrario o magnate minero; la analogía más cercana sería la del trompo.
Rubén al concluir sus estudios consiguió rápidamente un empleo, el cual le proporcionó una buena paga, así día a día ahorraba todo su sueldo, ya que casi no tenía gastos; su madre Carmen siempre estuvo a su lado apoyándolo en todo, pasó el tiempo y año tras año su capital se vio en aumento, él decidió invertirlo volviéndose muy hábil en las finanzas y logrando una gran estabilidad económica cumpliendo eficazmente el ciclo de la vida.
Jesús, jamás pudo desprenderse de ese eterno peregrinaje por los bares; su afición baquiana y la carencia de ideales fueron sumergiéndolo estrepitosamente en la ruina moral y física. Se aferró a su único amigo sin saber que este en el fondo se convertiría en su implacable asesino, al final no vivió, solo respiro su propia exhalación. El padre solo estuvo representado por un retrato que pendía en una esquina oscura de la sala; el otro nunca habló, jamás una pregunta o una palabra alentadora cruzaron el umbral de su boca.

Los egoísmos a los que nos vemos sometidos ratifican la insustanciabilidad de nuestra esencia; hay hombres que se arrodillan ante Dios, lloran y gimen, creyendo que así expían sus culpas, luego si alguien les echa unas monedas son capaces de matar a su propio hermano. El hombre finalmente, adora solo al hombre, no hay nada más cierto en esto, aunque someramente parezca tan solo una abominación.
¿Pero acaso conocemos el insondable universo? ¿ Sabemos realmente quien es Dios?¿Podría el deliberar acuciosamente nuestro destino? O todo es parte de una gran confusión universal.

Pasaron varias semanas y una especie de ráfaga, redujo considerablemente los velos que enmarañaban mi ser y el de aquellos que siempre pasaron sus días eternos, sus noches insondables en el barrio respirando muchas veces el hedor momentáneo de la rutina.
Recuerdo el día final de ese sueño profundo llamado equívocamente adolescencia o juventud, ya que ambas suelen acompañarnos toda una vida; lo nuestro era algo así como un flirteo con la locura, el navegar sobre un mar vicioso y ensordecedor; aun somos salvajes, es imposible negarlo, salvo que ahora hacemos participe a nuestra propia indulgencia.
Una mañana tardía en la que me encontraba parado en la puerta verde de la esquina se me acercó Ernesto con la mirada perdida y los ojos llorosos. Yo le -dije como siempre –que te pasa hermanito, seguro que la conciencia te hace un llamado apresurado a la reflexión, te la pintaron roja, o es que el coronel te hizo revisión.
Nada que ver –me respondió- y me llevo a jalones al frente donde la negra Hermelinda vendía tamales y uno que otro diario local.
Que pasa Ernesto –le dije – parece que estas tan alto que ya no puedes bajar... Déjate de huevadas –me contestó- y lee el titular. Que cabe decir, las letras negras que impregnaban el papel decían: "Mujer terriblemente violada, ultrajada y decapitada es hallada en la torrentera anexa a la universidad”. Guau- exclamé- que tal crimen, pensar que la furia humana supera a la de cualquier animal; ya que el hombre es el único ser que mata solo por gusto, por deporte, diversión, por pasión u odio... Sigue leyendo- me interrumpió Ernesto. La cuestión en sí era que el cadáver pertenecía inequívocamente a Amanda, la madre de Aurelia, según testigos un Ford Taunus verdoso la recogió de la calle de los turcos al promediar las once y media de la noche; una compañera de faena logro ver a dos sujetos y testificó que uno de ellos tenia la cara de sabueso, unos lentes oscuros que no se los quitaba nadie y su acompañante usaba la gorra típica de un jugador de béisbol.
La vida es así, cuando menos piensas se va, recordé a Aurelia y creí oír su llanto arrollador martillar en mis doloridos oídos; solo pensamientos y nada mas, no mire a los lados, solo camine por el barrio para disipar la nostalgia que fluía por mi corazón, pero la lógica suele ser mas fuerte que la pasión, cada uno muere en su ley; y esta es la que nos trazamos minuto a minuto a lo largo de nuestras vidas.
Me acerque a la casa de Aurelia y efectivamente ella lloraba desconsoladamente en su cuarto. Hola... –me dijo entre sollozos entrecortados- porque a ella, pensar que diez minutos antes estuve yo parada muy cerca, pude ser yo la elegida, u otra, pero porque precisamente ella. Mira – le respondí, mientras pasaba mi brazo izquierdo alrededor de su cuello-, la calle da y también quita, es comparable a caminar por la cuerda floja y con los ojos vendados, no sabes en que momento puedes caer, el porque en estos casos vendría a ser solo circunstancial y... . Sírveme un trago – me interrumpió-Quiero adormecerme en ese sueño liviano y efímero al que estamos tan acostumbrados. Que así sea -le respondí-¡Salud por quien fue una gran mujer! –argumente-. No amigo mío –me respondió- ¡Salud! por la vida, por el amor, por la muerte y la traición, por la belleza y la venganza, por el día y su ocaso, solo por los dos, porque somos tan solo pasajeros en este viaje sin retorno en esta única exploración.
Aurelia dejo el vaso vacío sobre la mesa de noche y se recostó a mi lado, en ese momento yo no pensé, solo viví y por suerte aún lo sigo haciendo.


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