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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2004-12-10 | | Siempre ha sido excesivamente hiper-imaginativo, cualidad que ha hecho que muchos le quieran, pero que ocasionalmente lleva a desastres. Ambos temblamos ante la temida fecha del desabrido pavo anual mas, como tenemos varios invitados, decidimos permanecer tradicionales. En una revista encuentro una sección sobre cocinas étnicas, y él escoge la receta: pavo con relleno chino. Estamos al borde de otra de nuestras grandes aventuras culinarias a la Julia Child. La receta pide arroz aglutinante, salchichón de pato y setas secas, todo lo cual adquirimos eficientemente en uno de esos mercaditos de Chinatown en los que nadie habla inglés, y uno señala con el dedo y paga. Las instrucciones indican que el arroz ha de remojarse en agua por ocho horas, al igual que las setas. La mañana del festín, corta el salchichón, mezcla los ingredientes, sazona y rellena el pavo, colocándolo en el horno unas tres horas antes de que lleguen los siete invitados. Mientras esperamos, abrimos una botella de buen vino. Aproximadamente dos horas después, ocurre una gran explosión. Corremos a la cocina y encontramos la puerta del horno abierta de par en par y el pájaro fuera de su bandeja de aluminio. Hay bolas de arroz, pedazos de setas y salchichón en el techo, las paredes, el suelo. El arroz se ha expandido con el calor y ha reventado el pavo como si le hubiera pegado una bala de mortero. Julia Child Jr. lo ha rellenado de más. Falta una hora para que lleguen los invitados. Admirablemente, no pierde el control. Mientras intento recoger un poco me recuerda que la Diosa Suprema de los cocineros, cuyo programa hemos visto religiosamente por años, ha dicho en más de una ocasión que salvar “accidentes” es parte esencial de toda gran cocina. Murmurando, “¿qué haría Julia Child, qué haría Julia Child?” pone manos a la obra, redistribuyendo el relleno que queda, cosiendo la apertura con hilo verde, y cubriendo la cicatriz artísticamente con ramitas de perejil. El infeliz pájaro parece ahora una sobredecorada matrona victoriana, pero a los invitados no les importa. Cuando llegan, alaban al cocinero extravagantemente, devoran el maldito pavo, y hasta ayudan en la limpieza del techo y las paredes.
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