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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2004-04-21 | |
Es una tarde de otoño. Está lloviendo. En las sombras del anochecer lo de ayer, ya lejano, se aclarece de las nieblas, regresa. Aparecen entonces el mar y las arenas empapadas de agua, las bahías y Agustín y José Ignacio, y la madre tras los vidrios de los colores. Por entre los chorreos de la lluvia y del recuerdo, vuelven a sentarse junto las cosas de ayer, lejanas, sin vida aún vivas, sin muerte aún muertas.
Hay algo de angustia enfermiza en las lluvias de otoño que deja al alma enmudecida, aislada en la lejanía de lo pasado. Y cuando ese alma es alma de poeta exilado, hay algo de agobio en los adentros que vuelve con cada otoño, casi matando la alegría de un presente invadido de retornos que chorrean con la lluvia: “Algo me queda siempre cuando estoy solo, cuando emprendiendo el camino del corazón, subiendo las empinadas cuestas de la memoria, elijo de un prado lateral borroso, de una triste sauceda, una vertiente perdida, un separado río de solitarios rumores o una playa, elijo lo que más me revive llamándome.” (Retornos de un museo deshabitado) Desfilan por un instante los contornos fugaces de los días colegiales, desvanecidos los familiares, el amor joven, un poeta, un amigo, fragmentos de tierra natal. De vez en cuando, la voz del poeta vence el silencio de la soledad: “Me encontrará la noche llorando en esta umbría, ya que desde tan lejos me trajo aquí el otoño, llorando, sí, llorando, porque llegó el momento de gritar que lo estoy sobre tantas preciosas ruinas sin remedio.” (Retornos de una mañana de otoño) No hay nada de melancólico recuerdo en los “Retornos” de Rafael Alberti, sino de lúcida amargura frente al imposible regreso a su patria, a esa patria que lleva consigo en las imágenes de un pasado vivido allá, entre bahías, por las orillas llenas de castillos “..........................................hoy a tanta distancia las playas de aquel día, de aquel largo poniente.” (Retornos de una tarde de lluvia) No es una lejanía temporal la de los “Retornos”, pues los colores son vivos, luminosos, los contornos no apagados sino claros; es más bien una lejanía espacial de lo que aún vivo se da casi intangible, inalcanzable, pero que revuelve morganático. La relación temporal pasado/presente corresponde en los “Retornos” a una relación espacial el mundo de allí /el mundo de allá. El mundo de allí es el del exilio, el de allá es España: “Desde allí te veía como ahora lejano mar, te miro desde esta tarde de otro continente” (Retornos de Vicente Aleixandre) El mundo de allá es un mundo de cosas que revuelve en olas: “Reclino la cabeza, llevo el oído al hoyo de la mano para pasar mejor lo que de lejos con las olas de allí, con las de allá chorreando me viene.” (Retornos de una tarde de lluvia) A veces las olas sugieren la misma transcurrencia del tiempo: “Llegad, alegres olas de mis años.” (Retornos de una isla dichosa) Alberti es ante todo un gran amante de la pintura, su primera vocación. Eso no quiere decir que se entrega a pintar sus “Retornos”. La presencia de los colores no viene a llenar contornos, formas, perfiles, pues que las líneas son discontinuas, parecen tronchar lo material, hundirlo en el agua del mar, enterrarlo en las dunas. Chorrear de la lluvia en los cristales. Chorreo del tiempo. Despiadado chorreo que borre lo existente. El olvido que mata, que destroza. No es, no puede ser en Alberti olvido del pasado. Entonces ¿por qué hay a cada paso en los “Retornos” “bañadas ruinas y escaleras con los pies destrozados en el agua”,”rota arquitectura”, “rotos puros y antiguos arcos blanquísimos” ? Se trata de un destrozo real, palpable, provocado por el desastre militar de segunda guerra mundial. Un mundo mutilado que revuelve en las imágenes de Bertolt Brecht en el Berlín aún humeante. Ya es hora de retornarse las sombras. Las sombras, sí, porque no puede ser más que una sombra en la noche la visita de un poeta asesinado, de el que será siempre don Federico, Federico García Lorca. Todavía lo puro, grácil y aéreo está vivo en el corazón del poeta. Claras y verdaderas las cosas de ayer, vividas, refrescan de verde y de azul, de blanco y de añil. Alberti se lanza esperanzado en busca de los colores, quiere salvarlos de las sombras del olvido, de esa noche que los amenaza. Es Alberti pintor y poeta y es, igualmente, Alberti hijo de Andalucía, quien grita por la luz, la luz de esta Andalucía que ella misma es luz y color, es el blanco del cal, el añil del cielo, el azul del mar, el verde de los pinares. Siempre la tierra natal vuelve en epifanías como en “Retornos de una isla dichosa”: “Isla de amor, escucháme, antes de qie te vayas, antes, ya que has venido, de que escapes de nuevo” El poeta vive una perpetua espera, espera devolver algún día dentro de: “...tan larguísimos años de espera, súplicas, antesalas de falsas promesas, corredores, banquillos ante pálidos de preguntas torcidas, iban perennemente a dar al mismo sitio, al mismo estado inmóvil que te veja y te cansa?” (Retornos de una dura obsesión) A veces la imposibilidad del retorno se carga de tonos desesperados: ¿Qué sería de ti si al cabo no volvieras? Tus amigos, tu niña, tu mujer, todos esos que parecen quererte de verdad,¿qué dirían? (Nuevos retornos del otoño) Hay en los “Retornos” de Rafael Alberti la poética del desasosiego, de la tristeza que hace a uno volver los ojos hacia adentro para mirar en lo profundo de su alma: “Nos dicen: Sed alegres, Que no escuchen los hombres rodar en vuestros cantos Ni el más leve ruido de una lágrima. Está bien. Yo quisiera, diariamente lo quiero, mas hay horas, hay días, hasta meses y años en que se carga el alma de una justa tristeza y por tantos motivos que luchan silenciosos rompe a llorar, abiertas las llaves de los ríos. (Nuevos retornos del otoño) Es la tristeza de la lluvia que desalenta al más optimista, una tristeza pasajera, fugaz que no dura más que la lluvia de una tarde de otoño. “Perdónadme que hoy sienta pena y la diga. No me culpéis. Ha sido la vuelta del otoño.” (Nuevos retornos del otoño) © Elena Malec, Bucarest, 1976
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