La soledad marchita los pétalos de mi adolescencia.
Llegando a la edad de la indecisión, de la agonía, de la vida sin amor de vida.
Buscando apariencias en los espejos,
Preguntando quien es esa que mira.
Sonriendo con cara de amiga, pero ojos rebeldes y llenos de agonía.
Más aun no encuentra el propósito en la vida...
Lee, escribe, escucha pero nunca siente.
La flor se marchita perfumada por el agua de sus ojos.
Se siente humeda como un día de verano, pero aun cuelga.
Mira que mira su figura espléndida derritiendose frente a la espejo.
Busca que busca explicaciones en vano.
Encuentra nada más que el dulce olor del fuego,
Quemando el tallo que la une a sus pétalos.
Pétalos que en su tiempo fueron preciosos, sabios, llenos de vida.
Lento que lento se va consumiendo,
Hasta perder el aliento.
¡Respira! Nada. Se ha vuelto cenizas.
Inhala la muerte para que la aceptes.
Siente algo por primera vez, algo mas que dolor.
Llamas de fuego le acarician el cuerpo, lento pero suficiente como para sentir.
Sentir la amargura que la enloquece.
La paranoia que la maltrata.
El olor de las cenizas filtra por las venas y llega al pulmón.
¡Respira! Nada. Nada.
El resplandor la cubre, bella, tal como nació.
Inhala es solo un embrujo de vida.
Solo un embrujo de vida.
Sube que sube, buscando su hogar, al fin en paz.
¡Respira! No quiero...