Las pinceladas de Holbein
retrataron la anémica sonrisa,
la expresión del mártir
forzado de manera impúdica
a sonreír entre víboras.
Del viejo lienzo se escapa sin pudor
aquel enfermo del espíritu,
sonriendo envenenado con fatídico desdén
anímica enfermedad congela la sonrisa;
envuelta en ascético gesto de locura,
la mirada refleja el frío del gótico castillo
y traspasa los muros de la Charité.
Y más allá de esta extraña tristeza oculta entre los pétalos de la alegría,
se avizora la dórica columna
donde colocaron en recóndito ángulo
la primera piedra de la olvidada escuela.
De un país de místicos canales
emergen como en lancha rápida,
las ideas del pensador
que deseoso de ser amado
le ofrece a las vírgenes
un mustio tulipán.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia