Era el pontífice de la gloria del olivo
y como el eco de algún poema alegórico,
bajo los olivares del mediodía;
se prolongaba a través del obelisco del ciprés
sacando de roídos armarios medievales,
las vestimentas que los embates del tiempo
arrojaron al baúl vacío del olvido.

Como caballero medieval lucía la capa roja
y en cierta ocasión bajo el cielo níveo de la navidad,
confundieron al secular camauro
con el gorro de Papá Noel;
aquel sombrero carmesí de grácil curvatura
que en sus líneas dibuja los anillos de Saturno;
centelleaba en sus sienes plateadas
resaltando en el bermellón encendido
lumínicas estrellas de oro.

Los zapatos de furioso rojo cereza
parecían pinceladas heroicas,
que le afinaban el coro al blanco purísimo
de su túnica.

Si hubiera vivido en los días del Renacimiento
Rafael y Tiziano lo hubieran retratado;
bajo un palio de nítido tono de frambuesa.

El bastón que lleva esculpido en el pomo
una víbora doméstica,
-bastón de líder carismático-
que los discípulos le regalaron a Zaratustra
lo apartó lejos de su mirada
prefería al callado de roble;
que utiliza el pastor férreo
para señalar sin reticencias
los bruñidos émbolos donde gira el hidráulico pivote
que le infunde ánimo a la dictadura del relativismo...

También fue categórico su discurso sobre la razón
y la ecología del hombre;
que hizo estremecer al águila del Bundestag...
Los vientos ineluctables de esta época moderna
azotaron la roja capa del Papa alemán,
ese huracán de modernidad
se llevó sus atuendos de épocas pretéritas
avalancha súbita que arrasa fundamentos
sin pedir permiso
-lodo rojo de bauxita-
que destila una poción maléfica.

Ahora como Papa emérito
su legado reposa bajo los tilos,
los naipes de esta época moderna
donde un rayo eléctrico hace mover a la sota roja
y los ases agitan sus espadas y bastones
con resplandor de fibra óptica;
encendiendo lámparas áureas en el fragor de la partida
relámpagos de súbitos rayos infrarrojos
obligan a elegir una retirada oportuna
¡así queda deslumbrado el pensador que juega con naipes viejos!

Al final se ve obligado a jugarse una difícil
y encarnada baza.

Autor: Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia