Me acuerdo de
todas las compañeras de estudio:
las monas y pelinegras,
las de ojos claros y las de oscuros,
las de brisas suaves y las de tempestuosas,
las bonitas y las feas…
y tú, entre ellas.

Me acuerdo de
aquella tarde que no quiso morir,
el parque viajero entre estrellas súbitas,
la inhalación de cielo con vino,
los ejercicios de ficción…
y tú, en tu casa.

Me acuerdo de
los profesores de filosofía
que no tienen más remedio que recurrir a la silla,
para explicar la relación entre sujeto y objeto
para tal o cual filósofo…
y tú, llorando.

Me acuerdo de
la vez que no fui capaz de sufrir el apasionamiento,
cuando mi domingo se hizo sin ideas,
y las necedades empezaron de pronto a aparecer
en mi cabeza…
y tú, clara y sincera.

Me acuerdo de
la violencia del aire,
el incansable sol,
las intensas gotas de lluvia,
que configuraban el vestigio de mis
párpados cuando estuvieron cerrados…
Y tú, con terremotos en el corazón.

Por eso te quiero.
¿cómo, que no entendiste?
Precisamente por eso:
te quiero porque no rimas.