Jamás el pensamiento estuvo presente en estos parajes
no se siente ni la sombra de un suspiro,
y alrededor la clásica soledad del trópico
mi albergue es una chabola de bahareque;
despojo eremita en medio del bosque.

Nunca se ha pensado aquí tanto a despecho del calor
y ningún poeta eremita soñaba aquí desde hace siglos
todavía sobreviven monedas de cobre con sellos cruzados
tesoro del baúl corroído por la polilla;
anteayer pagaron el bistec de algún caballero
que en medio del deleite cárnico trenzaba poemas
esta temperatura revienta cualquier termómetro,
y mi pensamiento es mártir en la siesta.

Ausente está la música de Chopin
algo normal cuando planean libélulas,
y en la ciénaga se agitan fuegos fatuos
que a veces centellean impávidos
en algún escaparate de Bohemia.

El mes de julio envía nubes extraviadas
y llueve a jarros sobre mi chabola,
instante subterráneo para elevar un brindis
el vaso etrusco brilla enchapado en nácar
la esmeralda y el crisólito
le aumentan su fulgor;
y así el vino olvida la vendimia.

Todo es viejo en esta eremita
la herrumbre ha devorado los candados
óxido férreo que se disuelve en silencio
aquel follaje me empuja hacia lo inhóspito
avanzo bajo el sol sin anhelos;
y descienden ideas formando un gorro concéntrico
púrpura como flor de plátano
me inspira un discurso martilleante.

Canción de ángel que atisba poesía en todas las cosas;
y el dolor me despierta como gendarme gritando a medianoche.