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Siempre queda alguna deuda pendiente
prosa [ ]

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
por [Richard John Benet ]

2005-08-25  |     | 



Aquella mañana no iba a ser una más, por varios motivos. Al bajarme del colectivo, me dirigí al puesto de periódicos y compre una revista. El viejo que atendía, Don Carlos, me miró con extrañeza mal disimulada. No le presté atención. Entonces lo vi.
Los fines de semana empleábamos un muchacho casi adolescente para que nos ayudara en el negocio. Lavar copas, servir gaseosas y hamburguesas, eventualmente cocinar y tareas de limpieza. Dependía de las necesidades del momento. Por eso me sorprendió ver a Claudio ese lunes trabajando. Estaba con una escoba y una pala, recogiendo una cantidad de cristales. Eran vidrios rotos que colocaba en unas cajas de cartón. Era la vidriera de mi negocio.
-¿Qué pasó?
-Hubo una pelea… Jorge… y El Ripa…
El Ripa. Desde hacia casi seis meses mis peores pesadillas tenían un nombre: El Ripa.
-Carlos está en el hospital- balbuceó Claudio.
-¿Carlos estuvo anoche? ¿Estuvo en la pelea?
-Ricardo… adentro está la policía… está el Chino… el te va a explicar-siguió el chico, y volvió a su trabajo.
El Chino era un sargento de la policía provincial, de la comisaría de la zona. Y buen cliente de la casa. Además un amigo.
-¡Hola Ricardo!-comencé a mirar el desastre a mi alrededor- no te puedo decir buenos días… este lío estaba cuándo llegamos…
-Chino… Carlos esta en el hospital me dijo Claudio…
-El Ripa lo molió a palos
-¿Y Jorge?
-El cagón de tu socio-el Chino lo odiaba tanto como yo- no hizo nada… se borró.
-¿Me podés explicar que paso?
-Te cuento lo que yo se… y algunas cosas que averigüe-la voz del Chino era suave y tranquilizadora- anoche Jorge con unos amigos y algunas minas…
-¿Estaba Ivana?-lo interrumpí cortante.
-Si… esa y otras putas más-me miró fijo-parece que tu socio hizo una fiestita privada, con las chicas y Carlos, Javier y Remo. En algún momento de la velada, cayó El Ripa con algunos de su banda. Quiso entrar de prepotente, y el Carlos saltó… vos sabés que Jorge siempre le tuvo cagazo al Ripa…
-Si… lo sé…
-Ni Javier ni Remo fueron demasiado obstáculo para El Ripa y sus hombres, mucho menos Carlos. Le rompieron un par de costillas. Además de los destrozos se llevaron algo de efectivo y el equipo de música. ¡Ah!... las minas se fueron con ellos…
-Ellas lo entregaron… seguro que estaban de acuerdo con el Ripa…
A simple vista podía evaluar unas cuatro mesas rotas, una decena de sillas destruidas, el paño de una mesa de pool cortado y varias botellas de licor menos. La plata y el equipo de música. Y el ventanal del frente. Tenía un día difícil por delante.
-¿Y Jorge?
-Se borró… se lo tragó la tierra…
-¡Cuándo lo encuentre me lo trago yo!... borracho y mal amigo…
En ese instante entró Sammy, mi otro socio.
-¿Dónde carajo está Jorge?-dijo por todo saludo.
-Nuestro amigo no esta… o estará buscando asilo en alguna embajada… la vez pasada casi lo matas vos, ahora si lo agarro lo mato yo-estaba bastante descontrolado.
-Ricardo… tenemos que hacer algo… ese Ripa le tomó el tiempo… ¡Mirá el cuaderno de fiados!
Abrí el cuaderno, mientras le servía un trago al Chino.
-Estoy de servicio…
-¡No jodas!... tomemos algo…
La prolija letra de Jorge, algo temblorosa, había escrito: RIPA… y abajo una sucesión de fechas y cifras. El monto total excedía los mil pesos. Todo un fiado.
-¿Cómo vamos a cobrar esto?
-Ricardo… ¿no te habías dado cuenta?
-De lo único que me di cuenta es del miedo que le inspiraba este tipo… Chino, ustedes no pueden hacer nada…
-No Ricardo-la voz del Chino denotaba pesadumbre- este tipo entra y sale de la comisaría. Te voy a decir la verdad. Todos saben que el tipo es un delincuente. Es pesado y violento. Un ratero de poca monta, pero que vive molestando a todos. El comisario lo deja actuar. No se si porque es informante o que. Lo único que de vez en cuándo lo levantan, le sacan la plata que lleva encima y lo largan. El tipo además anda en asuntos de droga… y con putas…
-¡Ivana!-dijo Sammy.
-Yo pensé lo mismo-dije gravemente-ahora nos tenemos que hacer cargo de la rotura de la vidriera, un nuevo equipo de música y reparar el mobiliario, por culpa del pelotudo de Jorge, y la puta esa…
-¡Yo me voy a la casa de la mamá de Jorge! ¡Debe estar allá la rata!
-¡Dale!... yo me encargo de todo por acá.
Hacia cerca de un año Sammy me había propuesto un negocio. Y me presentó a Jorge. Los tres congeniamos casi de inmediato, y de allí surgió “Hamelin”. Un pub, con unas cuantas mesas de pool y algunas pocas de ping-pong. Todo anduvo bastante bien hasta que la muerte del papá de Sammy, hizo que este se alejara para atender los negocios de su familia. Jorge se volvió ingobernable.
Jorge se había criado con una madre sobre protectora, y una hermana mayor, que era casi otra madre de iguales características. El hecho es que el muchacho tenía 23 años y no conocía gran cosa de la vida. Inclusive era virgen. Al poner el negocio con nosotros, al cambiar su vida, que transcurría entre sus estudios de arquitectura y una empresa constructora; al conocer la noche con todas sus tentaciones; el muchachito tímido había cambiado radicalmente. El sexo se había transformado en su hobby predilecto; y pese a que era muy buen mozo, por lo general optaba por salir con prostitutas. Su otro pasatiempo era la bebida. Una noche de embriaguez casi había saltado de la terraza. Yo lo había impedido. Ahora estaba arrepentido.
-Claudio anda a lo de los vidrieros de la otra cuadra, y que manden a alguien a tomar las medidas y pasarme un presupuesto… necesito la vidriera colocada antes de que anochezca…
-Pero… Ricardo… no creo…
Lo corté en el acto:
-Claudio no importa lo que vos creas-casi le grité al muchacho-esta noche es la fiesta de los chicos de la secundaria… la nocturna dónde voy yo…
-¡Claro!... me había olvidado.
-Bueno… ¡corré entonces!... y pasa por lo del Cholo… que venga para acá.
El resto de la mañana se me fue en apurar a la gente de la vidriería. En un momento de relativa calma fui hasta una casa de electrónicos y compré un equipo nuevo de música. Por lo menos no se habían llevado los bafles. Eran muy grandes.
El Cholo era un poli funcional: albañil, plomero, electricista y en este instante probando sus artes como carpintero. Con un poco de cola, algunos clavos, unos trozos de madera e ingenio me había reparado casi todo el mobiliario. Un muchacho humilde y muy trabajador, que vivía en un barrio jodido. La Paloma, en General Pacheco.
-¿Qué pasó Richard… un huracán?
-Peor… El Ripa…
-¡Ah!... bueno… yo te dije que ese guacho te iba a causar problemas… pero tu amigo Jorge le da calce…
-Vos sabés Cholo que yo no puedo laburar de noche… voy a la nocturna… el encargado del boliche es Jorge, no hay otra…
-Y el tipo no cae los fines de semana… pero me parece que vos mucho tampoco vas a poder hacer-me miró el Cholo intencionadamente.
-Cholo… si hay que pelear…
-¡Para!... no te digo que no tengas huevos… pero el tipo es mucho para vos o cualquiera de tus amigos… es un delincuente peligroso… siempre armado…
-Carlos está en el hospital con unas costillas rotas… en un rato lo voy a ver-dije algo angustiado.
-¡Ves lo que te digo!... vos necesitas alguien que se encargue del asunto…
Durante unos instantes no entendí el mensaje. Luego comencé a asimilar la información.
-¿De que manera Cholo?
-Librarte del problema… definitivamente…
-¿Se puede?... ¿cómo?
El Cholo me miró desde el impreciso límite entre la lástima y la incredulidad.
-¿Sos boludo vos?-todo el argot villero- hay que hacerlo fiambre, hay que matarlo.
Esta vez demore más tiempo en decodificar la información. Era como una sensación de irrealidad. Algo así como si me hubiera apartado de la escena, y estuviera sentado en otra mesa observando la conversación que sostenía con el Cholo.
-Hay que matarlo…
La frase resonaba en mis oídos y en mi mente. Pero por más impúdica que resulte la idea me sorprendí preguntando:
-¿Vos podés hacer algo así?
-Yo… con un par de muchachos… si hay buena plata…
Y entonces estábamos en el medio del problema. Como quien habla de bueyes perdidos, estaba en esa mesa poniéndole precio a la vida de un tipo. O lo que es peor… a su muerte.
-¿Cuánto hay que poner?
-Calculo… tengo que charlarlo… unos tres mil… mil por pera…
-¿Tres lucas?... ¡es mucho!
-¿Te parece?... te sacamos el problema de encima… definitivamente.
El muchacho humilde y trabajador, tenía una personalidad oscura y despiadada bien escondida. Por dinero era capaz de cualquier cosa.
-Bien, Cholo… cualquier cosa te aviso.
-La poli no te va ayudar en esta-siguió el Cholo un poco más-Ricardo… esta charla jamás ocurrió… si…
-Claro.
Esa noche luego de la prueba de sonido, todo estuvo listo para la fiesta. Si resultaba un éxito como había previsto, salvaría los gastos y nos quedaría algo de ganancia.
El lleno fue total. La fiesta un verdadero premio. Los chicos se divertían, bailaban y se enamoraban. Habían acudido, cosa extraña, mayor cantidad de chicas. Eso aseguró el éxito del evento. Y la cercana aparición de problemas.
Yo custodiaba la puerta. Ni Sammy ni Jorge habían aparecido. Tal vez Sammy lo hubiera matado, y ahora estaría durmiendo en la cárcel. Unos golpes en la puerta llamaron mi atención. Entorné un poco, y apareció la cara del Ripa por el hueco.
-¡Hola!... permiso…
-No Ripa… esta es una fiesta privada…
-Pero Jorge me deja…
-Jorge no está… tampoco Carlos-dije con aire de fiereza-estoy yo… ¡y no pasas!
-¿No paso?... esta bien…
Se fue sin más discusión. Todo quedó tranquilo una media hora más. Hasta que sucedió.
Unos suaves golpes en la puerta. Otra vez entorné la puerta, pero esta vez un par de manos vigorosas me empujaron. Varios cuerpos me atropellaron en la penumbra. El olor a bebida alcohólica y droga me golpeo las fosas nasales. Eran a lo menos unos diez que se entremezclaron con la concurrencia. Salí al hall de entrada y me encaminé rumbo a las escaleras. Me detuve un instante deslumbrado por la luz.
-¿Adónde vas vos?
Escuché la voz a mis espaldas.
-A la comisaría Ripa… si no entendés por las buenas…
-¡Vos no vas a ir a ninguna parte!
El se me acercó mientras el resto se ponía en semicírculo atrás.
-Esto no es necesario…
Ya estaba encima de mí. Me agaché y lo tomé de la cintura. En ese instante me vi al final de las escaleras con una horda de sujetos apaleándome, medio muerto, cubierto de sangre. Sentí sus gritos burlones y sus risas.
Un extraño silencio se hizo. El cuerpo que yo aferraba se aflojó. Sus manos me soltaron.
Alce la vista… y los muchachos que estaban en el baile salían de a uno. En silencio. Eran por lo menos una veintena.
-¿Qué hacen ustedes acá?
El más joven e insolente les respondió. También era el más corpulento.
-Salimos a tomar aire-y se cruzó de brazos.
-Ripa terminemos esto aquí… váyanse-dije jadeante.
-Que… ¡te agrandas porque están estos!
Decidí jugar las últimas fichas. Era una jugada de póquer, en realidad no tenía nada en la mano.
-Esta bien… esta bien… querés pelear… ¡vamos a pelear!-grité descontrolado-pero vos y yo… nadie más… ¡vos y yo!... vamos afuera que demasiados destrozos tuve que pagar hoy…
El Ripa me miró unos instantes. Luego hecho un vistazo a sus secuaces y habló:
-No vale la pena… otro día nos vamos a encontrar… vos y yo… ¡gordito!... ya nos vamos a sacar las ganas-y se fue. Él y los suyos atrás. Esa misma noche lo llamé al Cholo y concerté una cita. El Ripa no amenazaba en vano.

El barrio dónde vivía el Cholo tenía calles de tierra, perros vagabundos y hambrientos por doquier, chicos semidesnudos y polvorientos jugando entre los angostos pasadizos de las viviendas, y escasa luz. La música bailable atronaba desde las casas y barritas de muchachotes estiraban la noche con unas cervezas en el quiosco.
-¡Pasa Ricardo!... te estábamos esperando… pasa-invitó el Cholo.
Entre algo susceptible a la casita de ladrillo y chapas. El piso era de un alisado rústico y en una mesa con mantel de plástico, había un par de cervezas a medio terminar.
-¡Rosa trae un vaso! Y dos birras más… llegó un amigo-el Cholo me dedicó una sonrisa lobuna-jefe, estos son mis amigos. El Chori y Gato, los dos son de confianza, amigos de fierro.
Salude con un apretón de manos, y los miré a todos con detenimiento. El Cholo impresionaba de solo verlo. Espaldas anchas, brazos vigorosos con venas que se le marcaban como surcos en el plantío. Su pera era cuadrada y su rostro curtido. Los otros dos eran un poco diferentes. No tan musculosos, pero se notaba su vigor en sus cuerpos rechonchos.
-Bien jefe, ¿lo vamos a hacer? ¿está de acuerdo con la guita?
-Por el efectivo no hay problema… si lo vamos hacer.
-Yo ya estuve hablando con los muchachos-el Cholo hablaba en un susurro-cuánto antes lo hagamos mejor… mañana a la noche es un buen momento.
-¿Porqué es un buen momento?-una vez más me sentía en medio de una situación irreal, como estar viendo una escena en la que no podía estar participando.
-Mañana por la noche. El tipo tiene sus hábitos, los días de semana además de robar y molestar gente, hace ronda de putas.
-No entiendo…
-El tipo es un rufián… antes vendía droga, pero ahora se arregla manejando unas chicas. A la madrugada va a buscar la recaudación. Y se lleva una de las minas con él. Ese es un buen momento-Me guiñó un ojo.
-No lo creo, hay un testigo más-era extraño como participaba de aquello.
-¡No!... cuándo sale. Seguro va a estar en pedo, y hasta drogado. La mujer se queda en la casa y nosotros lo agarramos…
-¿Y después? El cuerpo…
-Vos no te preocupes-el Cholo seguía llevando la voz cantante-nosotros sabemos que hacer con el cadáver… ¿y la platita?
-Acá tengo la chequera-dije.
-¡Me estas jodiendo!-alzó la voz el Cholo-para un asunto como este efectivo. Solo efectivo… papá.
-Esta bien… esta bien, no te calentés. Acá tenés.
Saqué unos fajos de billetes que tenía en el bolsillo de la campera.
-¿Y como me entero que hicieron el trabajo?
-Porque vos venís con nosotros, así de fácil.
Otra vez la sensación de extrañamiento se apoderó de mí. Unos deseos terribles de irme de ese lugar. De no haber jamás hablado de aquello. Y la imposibilidad de echarme atrás. La inevitable secuencia de los hechos, que me involucraban más y más.
-¡No! Así no se hace… dame el dinero.
El Cholo me miró desafiante y feroz.
-¡La guita ya la entregaste! Se haga o no se haga el trabajo, se queda acá.
-Pero… ¿por qué tengo que ir con ustedes? Si yo les estoy pagando para que hagan el laburo…
-Y lo vamos a hacer nosotros, pero vos venís con nosotros para asegurarnos tu silencio-el Cholo me miraba como si me fuera a devorar-si te apreta la policía, no nos vas a traicionar, porque si no perdés vos también.
-¡Como una hermandad!-Dijo el Gato.
Lanzaron unas risotadas obscenas, mientras el Cholo me palmeaba el hombro.
-No va a pasar nada jefe. Quédese tranquilo… ese no lo va a molestar más.
Al día siguiente logré comunicarme con Sammy. Jorge no estaba por ningún lado. Según pudo averiguar se había ido a casa de unos familiares en la provincia de San Luis. Le pedí que esa noche viniera al negocio a hacerse cargo, porque yo tenía algo que arreglar. Era mejor dejar a Samuel afuera de aquello, que no supiera lo que estaba por hacer.
Las horas pasaban con exasperante lentitud, y una vez que llegó la hora señalada, todo se aceleró de forma súbita.
-Vamos Ricardo-el Cholo había surgido de la nada a mis espaldas. Hacía un rato que lo esperaba en esa esquina poco iluminada. Lo seguí unas pocas cuadras. En una esquina esperaba un automóvil algo viejo, y una camioneta con capota.
-Subí al auto, atrás.
Me senté al lado del Gato. Manejaba el Chori. Y el Cholo se fue para la camioneta.
Arrancamos y deambulamos unos cuántos minutos por calles oscuras y poco transitadas. Durante una parte del trayecto entramos a unas calles de tierra bastante maltratadas. El auto pegaba bandazos en los pozos. Empecé a tener una sensación como de vómito en la boca del estómago. No sabía si era por el movimiento o por la tensión nerviosa. Nos detuvimos y se apagaron las luces. El Cholo se acercó con sigilo.
-Acá es… en cualquier momento llega.
-¿Querés un faso?-me convidó el Chori.
-No… no fumo
-¡Estos te van a gustar!-me guiñó el ojo el Gato.
Los tipos empezaron a fumar, y el humo como a hierba quemada invadió el vehículo. Cada vez tenía más ganas de echar a correr, lejos de aquel lugar. Lejos de aquellos tipos. Lejos… muy lejos.
Por la esquina dobló un viejo Torino azul. Era el auto del Ripa. Al detenerse se escucharon claramente las risas de sus ocupantes. Primero bajó la muchacha. Trastabilló como si estuviera borracha, y se volvió a reír. Se acerco el Ripa y rodeándola con el brazo la llevó hasta la entrada de la casa. Se besaron y entraron.
Traté de no pensar en el tiempo que duró aquella tortura. El cigarrillo seguía de boca en boca, en círculos. Luego una cajita de vino blanco barato y caliente. Y más porros.
¿Una hora? ¿Dos? Trataba de no pensar. De no sentir. De evadirme.
El Cholo se acercó al auto del Ripa, forzó el capot. Estuvo algunos minutos trabajando sobre el motor. Luego volvió a cerrar la tapa. Y se acercó al auto de nuevo.
-Bueno… llegó el momento. Largen todo lo que están haciendo y prepárense…
-¿Y si se queda toda la noche?-pregunte esperanzado.
-No, tiene que trabajar. Controlar otras minas… y en una de esas robarle a algún gil. Este duerme de día.
En ese preciso instante salió de la casa. Subió al auto, y luego de algunos instantes se escucharon claramente algunas puteadas. Se bajo echando pestes, y abrió el capot. Seguía lanzando insultos de todos los calibres.
-Ahora-dijo el Cholo.
Los tres avanzaron rápido y en silencio. Cuándo el Ripa quiso reaccionar, ya los tenía encima. Se escuchó un grito ahogado.
-La puta que…
Luego un ruido a forcejeo y golpes. Más gritos ahogados, esta vez inteligibles. Unos cuantos jadeos y el golpe de algo pesado contra el suelo. Las figuras desaparecieron de mi campo visual. Después, si, volvi a ver recortada las sombras en la luz mortecina de los faroles. Los tres hombres traían a pulso el cuerpo del Ripa y lo arrojaron en la caja de la camioneta. Cerraron la capota, y vinieron al trote hasta el auto.
-Vamos a seguir al Cholo.
El cortejo arrancó y comenzó a desplazarse hacia zonas cada vez más deshabitadas. Veía por la ventanilla un paisaje como descampado al costado de la ruta. Luego de un largo tramo, doblaron y entraron por un camino secundario. Se detuvieron. Y junto con ellos, a mi me dio la impresión que se había detenido el tiempo y la vida. Hasta el viento no soplaba. Ni siquiera el canto de los grillos, o algún sapo trasnochado.
Los hombres arrastraron el cuerpo hacía unos matorrales. El Cholo se acercó.
-Cuánto menos sepas mejor… del cadáver nos encargamos nosotros. Nunca va a aparecer… te lo puedo asegurar. Pero necesito que me acompañes.
-¿Para que?
-Ya vas a ver… vení…
Me bajé del auto con una sensación de temblor y debilidad, como si estuviera por engriparme. Juraría que tenía fiebre. Caminé con dificultad hasta los matorrales. El Ripa estaba caído de cubito dorsal, sus manos atadas a la espalda y con una ancha cinta que le tapaba la boca. Jadeaba trabajosamente y sangraba por las cejas y por las fosas nasales. El Chori lo iluminaba con una linterna.
-Tomá Ricardo-me dijo el Cholo-terminá el trabajo…
El Cholo me estaba dando un revolver. Negro pavonado y de cachas de madera.
-¡No!... yo pagué…
-Tenés que rematarlo… sino le vas a hacer compañía… hablo en serio Ricardo.
Los tres me miraron fijamente. Amenazadoramente. El Ripa seguía con sus ronquidos ahogados. El tipo tosía, se ahogaba en su baba y su sangre.
-¡Vamos!
Tomé el arma temblando. Con la otra mano sostuve la que llevaba el arma. Como había visto hacer en las películas. En la mira apareció una parte de la cabeza del tipo. Apunte y cerré los ojos. Disparé. El estallido me dejó sordo unos instantes, y el penetrante olor de la pólvora me entró por las fosas nasales. Abrí los ojos, y allí estaba. Entre la mata de pelos sudorosos un agujero oscuro y brilloso. Vi, o creí ver, pedazos blancos de hueso y trozos rosados de masa encefálica corriendo por el torrente de sangre.
Alguien me quitó el arma de las manos.
-Bueno… ahora te llevo a tu casa-me estaba hablando el Cholo-ellos saben que tienen que hacer. Ricardo… ahora somos una hermandad de sangre… estamos unidos para siempre.
Esa noche fue la primera de muchas otras de insomnio y sobresaltos. Dormité de a ratos. Y en mis sueños, en mis pesadillas, siempre aparecía el Ripa. Un cuerpo que caía en un lago entre burbujas, hasta el fondo. Los peces arrancando pedazos de carne. Y uno de ellos que le arranca la cinta de la boca. Ahí está la cara del Ripa. Entonces abre los ojos y dice:
-¡Vos me mataste!
Desperté envuelto en sudor. Y ya no me acosté.
Al día siguiente, todo transcurrió con normalidad. La compañía de seguros se haría cargo del gasto de la vidriera. Y los proveedores trajeron sus mercaderías. Tenía que prepararme para el fin de semana. Además avise en el colegio que no podría ir por un tiempo, aduje una enfermedad lumbar.
Ese día apareció el Cholo y el Chori. Se sentaron y me saludaron con los pulgares arriba.
-¿Qué hacen acá?-les dije por todo saludo.
-Vinimos a ver como estabas… y a tomar unas birritas.
-¡Claudio trae un par de cervezas bien frías!-grité desde la mesa-yo estoy bien… van por cuenta de la casa.
Me levanté y fui a la barra. Ellos se quedaron un rato más, después de jugar un pool.
-¡Chau Ricardo!... no vemos mañana-se despidieron.
Las visitas del Cholo y el Chori, o el Gato siguieron toda la semana. Hasta ese sábado. Pero primero tuve otra visita. El Chino, con el inspector Bermúdez.
-Hola Ricardo-saludo alegre el Chino- ¿Cómo va todo?
-Bien… muy bien.
-Vi la vidriera y el mobiliario, quedó todo bien…
-Si… ya es historia ¿Qué quieren tomar?
-No… ya nos vamos-dijo seco Bermúdez- ¿no tuvo más problemas con el Ripa?
El estómago se me encogió involuntariamente. Sentí la boca pastosa, como sedienta.
-No… ya paso.
-¿Y no lo viste más, después del desastre?-preguntó el Chino.
-Si… a la noche del mismo día-cuánto menos mintiera mejor-casi pasó de nuevo…
-¿Y?
-Nada… creo que vieron que mis amigos eran demasiado para ellos, y se fueron.
-¿Y no supiste más nada del Ripa?
-No
-Está desaparecido-Bermúdez me miró fijo-su auto quedo frente a la casa de su novia, abandonado. A él no lo volvieron a ver, y los vecinos dicen que no vieron nada. ¿Por acá no apareció más desde ese día?
-Desde el lunes a la noche.
Se hizo un silencio incómodo, mientras el Chino y Bermúdez intercambiaban miradas.
-Bueno… nos vamos a ir… pero si lo llegás a ver avisanos-me dijo el Chino irónicamente-de todas maneras en cualquier momento nos estamos viendo…
¿Me había parecido o los dos usaron un tono burlón? Era como que me avisaban que desconfiaban de mi, he iban a volver.
Esa noche volvió el Cholo, pero solo.
-Hola Ricardo… me anotas una birra.
Tomé la cerveza y dos vasos.
-¿Así que estuvo la cana?
-Si-lo miré un tanto molesto-¿No te parece que es muy peligroso que me visites tantas veces?
-No… soy un cliente más-dijo con sorna-uno de los mejores… vengo todos los días…
-Si… pero no pagas nunca…
El Cholo me miró con ese aire fiero que le conocía.
-¿Le vas a cobrar a tu hermano de sangre?... además, vengo a protegerte. No sea cosa que te vayas de boca… acordate que en esta estamos todos.
-Me acuerdo.
-Bien… Richard, trae otra cerveza y también anotame un pool… que vienen el Chori y el Gato.
Fui hasta la barra y me senté en el taburete. Le di una cerveza a Claudio con dos vasos más. Los otros llegaron y me saludaron agitando las manos. El Cholo me miró socarronamente, mientras le ponía tiza a la punta del taco de billar. Se le dibujó en el rostro una sonrisa de satisfacción.
Tomé el cuaderno de los fiados. La última página era la de los tipos que no pagaban jamás. Los incobrables. Con el corrector cubrí prolijamente la palabra RIPA. En la cifra a cobrar puse cancelado, y tracé una línea de separación. Soplé el corrector para que se secara más rápido, y luego, con letras de imprenta en mayúscula, anoté CHOLO. Volqué las cifras y las fechas. Volví a mirar al Cholo que se reía con sus amigos, y le hice el gesto de pulgar arriba, mientras yo también me reía. Después escribí, a manera de recordatorio: deuda a cobrar.














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